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domingo, 26 de agosto de 2012

MOVIMIENTO OBRERO Y PERONISMO










María Mercedes Tenti






Planteo inicial

En las investigaciones sobre la historia del movimiento obrero argentino, los historiadores no coinciden en la interpretación de la influencia de los distintos sectores que lo integraban en la etapa de organización del peronismo, en particular en el período previo que llevó a la conformación del partido Laborista. Tampoco concuerdan en lo referente a la mayor o menor influencia de la vieja guardia sindical y al papel que les cupo a los nacientes sectores de trabajadores, especialmente a los provenientes del interior, y a los nuevos dirigentes surgidos como consecuencia de la conformación de nuevos gremios.
El propósito de este trabajo no es estudiar los hechos político – sociales, ni los cambios que se produjeron en la organización de los trabajadores. Se pretende examinar la perspectiva de los distintos autores que analizaron el tema, con el objeto de confrontarlos, compararlos y tratar de llegar a una conclusión que pueda servir para el estudio de esta etapa trascendental dentro de la historia del movimiento obrero argentino.

El movimiento obrero pre peronista

En 1930 se constituyó la Confederación General del Trabajo (CGT) a los pocos días de haberse producido el golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen. Sus comienzos fueron conflictivos como todos los intentos anteriores de constituir una central de trabajadores que nucleara a los distintos sindicatos, por entonces agrupados por rama de actividad, sumamente divididos y con bajos índices de afiliación.
Cinco años después se originó la primera fractura, y en 1943 al producirse el golpe militar de junio, los motivos de la división anterior se instalaron nuevamente en la agenda gremial, provocando una nueva ruptura. Al igual que entonces, la pretendida prescindencia política de la central de los trabajadores era cuestionada por algunos sectores, que en este caso, veían con desagrado, el acercamiento de otros a los grupos políticos próximos al gobierno de facto.
La denominada CGT 1, conducida por el socialista José Domenech, dirigente de la Unión Ferroviaria, en una actitud ¨neo – sindicalista¨ (del Campo, 1983), pretendía que la central no tuviese ningún tipo de relación política, argumento no compartido por la CGT 2, que agrupaba a socialistas, más próximos a las estructuras partidarias dirigidos por el diputado Francisco Pérez Leirós, y a sindicatos comunistas.
En ambas centrales primaban ciertos intereses de grupo y ambiciones individuales de poder. Ya por entonces el movimiento obrero, y más precisamente sus dirigentes, funcionarios rentados, se habían convertido en factores de poder y fueron conformando lo que hoy denominamos  ¨burocracia sindical¨. Frente a ello la mentada autonomía de los sindicatos anterior al peronismo no lo era acabadamente, ya que existía cierta limitación con respectos a los afiliados, quienes, al no ser las afiliaciones obligatorias, ¨castigaban¨ a los dirigentes con la desafiliación que provocaba, en consecuencia, la caída de los cotizantes (del Campo, 1983).
Si bien el representante del Departamento Provincial del Trabajo, advirtió en aquel tiempo a ambas centrales sindicales sobre la prohibición de participar en política y a pesar  de recibir el apoyo de la CGT 2, el gobierno dispuso intervenir la primera y clausurar la segunda, con el propósito evidente de neutralizar  ambas influencias.
Por la misma época el coronel Juan Domingo Perón asumió la dirección del Departamento de Trabajo, transformado poco tiempo después en Secretaría de Trabajo y Previsión Social, con rango ministerial. A partir de allí la flamante secretaría invitó a los dirigentes gremiales a participar en la redacción  de la nueva legislación social.  Desde entonces se inició un nuevo tipo de relación entre Estado y sindicatos que, luego de un período preparatorio de dos años, culminó con una alianza entre ambos que permitió el desarrollo del proceso populista argentino  desde 1946 en adelante (Pont). En realidad, más que un cambio en los sindicatos, la modificación de actitud provino del poder político.
Durante este período intermedio, y gracias a la vinculación de los dirigentes sindicales con el poder político, se sancionaron una serie de decretos-leyes que favorecían a los trabajadores, como los estatutos del peón, de obreros del petróleo y de empleados bancarios, de protección de la maternidad, sobre aprendizaje, trabajo y salario para los menores, vacaciones pagas y muchos más que luego, en el período peronista, fueron convertidos en leyes.
Los acontecimientos políticos – militares que culminaron con los sucesos del 17 de octubre de 1945, sirvieron para catapultar un movimiento obrero que adquirió conciencia de su fuerza, de su cohesión, y de su posibilidad de incidir en la política nacional para defender las conquistas logradas. La interpretación de este momento histórico desde la óptica del peronismo triunfante en las elecciones de febrero de 1946, fue elaborada a partir de la necesidad de marcar  un corte con el antiguo orden, de elaborar la imagen de una sociedad nueva en la que los nuevos trabajadores del interior, arribados a la gran ciudad como consecuencia de las migraciones internas, jugaron un papel preponderante en el respaldo a Perón, conductor y líder (Torre).

Distintas posturas

Quien primero analizó este período fue Gino Germani en su obra ¨Política y sociedad en una época de transición, de la sociedad tradicional a la sociedad de masas¨. Germani recurre a un modelo dicotómico para plantear el paso de una sociedad tradicional a otra desarrollada; considera que, al ser el cambio acelerado y repentino, coexistieron elementos de ambas. Según este modelo analítico, así como la inmigración extranjera masiva jugó un papel trascendental en la transformación de la sociedad argentina y en la modernización del país, a partir de la década del 40 fueron las masas provenientes del interior las que irrumpieron y permitieron el afianzamiento del liderazgo personalista de Perón. Este último fenómeno lo analiza desde la perspectiva de factores psicosociales, como el impacto que recibieron ante su entrada en la gran urbe y la continuidad de su cultura tradicional conformada ya desde la época colonial y que continuaba vigente.
Murmis y Portantiero, en ¨Estudios sobre los orígenes del peronismo¨, analizan la orientación del sindicalismo en esa etapa de transición y concluyen en la existencia de tres tipos de sindicatos: ¨viejos, nuevos y paralelos¨. Los sindicatos ¨viejos¨ eran los tradicionales anteriores a 1930 como los de los ferroviarios, gráficos y trabajadores del estado. Los ¨nuevos¨ eran los surgidos a partir de 1943 como consecuencia del crecimiento industrial. Y los ¨paralelos¨, nuevos sindicatos conformados en forma paralela a instancias de Perón, y en contraposición a los ¨viejos¨, en ramas en las que ya existían sindicatos.
Los autores afirman que fue la vieja guardia sindical la que participó en la acción política que permitió la consolidación de una nueva elite dirigente a partir del golpe del 43. Consciente de su importancia, Perón buscó su apoyo para penetrar en el interior del movimiento obrero y, con él, se catapultó al poder político. De esta manera, cuestionaban la línea interpretativa de Germani, ya que, según ambos, los actores sociales provenientes del movimiento obrero, podían delimitarse independientemente  de los cambios socio económicos producidos con anterioridad a la toma del poder por Perón.
Laura Golbert y Hugo Rapoport, siguiendo la línea interpretativa de Murmis y Portantiero, destacan la importancia de las estructuras sindicales anteriores al peronismo y restan trascendencia al argumento de la existencia de un quiebre generacional de la clase obrera, entre los antiguos sindicalizados y los nuevos proletarios provenientes del interior, y su influencia en el período analizado.
Juan Carlos Torre si bien comparte en líneas generales el análisis de Murmis y Portantiero, considera que el mismo no abarca en totalidad el complejo proceso. Rescata la postura de Germani, pero para incorporar una nueva dimensión analítica que tiene que ver con ¨la constitución de nuevas identidades colectivas populares¨. Considera que el análisis de los dos autores, focaliza en particular el problema social y descuida, en cierta medida, el político. Si bien la clase trabajadora, actúa según un interés de clase, buscando ampliar sus beneficios a través del Estado, para Torre, este proceso desemboca en una identificación política entre las masas y el conductor. De allí que la acción política no solamente es emprendida con el objeto de alcanzar mejoras materiales, sino que  tiene como objeto, fortalecer la identidad política colectiva de los actores sociales implicados.
Elena Susana Pont indaga la influencia de las características propias del proletariado argentino, en la consolidación del populismo peronista. Sostiene que la estructura proporcionada por los antiguos dirigentes y los sindicatos, y su accionar desde la nueva estructura partidaria creada al efecto, el partido Laborista, permitió el surgimiento del peronismo. Si bien el sindicalismo en esta etapa tenía un carácter autónomo (a nivel político y sindical), a partir de la disolución del partido laborista y la conformación  del peronista, se perdió la autonomía política de los gremios y parte de la sindical. En este punto disiente con Murmis, Portantiero y Torre que subrayan el carácter autónomo de los sindicatos durante los primeros años del gobierno peronista.
Hugo del Campo considera, al igual que Murmis y Portantiero, Torre y Pont, que la composición de los gremios anteriores al peronismo no cambió demasiado. El cambio se produjo recién a partir del ascenso de Perón a la presidencia de la república. Algo similar sucedió con la autonomía política del sindicalismo pre peronista, autonomía que, coincidiendo con Pont, fue perdiéndose a partir de 1946, en pos del liderazgo centralizado y autoritario de Perón.
Daniel James brinda una nueva visión respecto a las anteriores, para detenerse en la acción de los trabajadores y sus dirigentes el 17 de octubre desde una dimensión socio cultural no analizada hasta entonces. Pone énfasis en el apoyo de la clase obrera al proyecto reformista de Perón a partir de un ¨pragmatismo¨ de clase y no solamente por la necesidad de defender las conquistas socio económicas alcanzadas, sino también como una forma de cuestionamiento social a la jerarquía y a los símbolos de la autoridad.
Julio Godio adopta una postura intermedia, ya que considera que la clase obrera que apoyó a Perón surgió como producto de la conjunción de lo que denomina ¨memoria colectiva¨, integrada por los antiguos sectores sindicales, integrados por trabajadores extranjeros y criollos, y los nuevos asalariados  migrantes del interior del país, provenientes de sectores campesinos, incorporados al mundo urbano a través de las fábricas a partir de la década del 30. Los primeros encontraron en Perón la meta a sus antiguas luchas y los segundos la solución paternalista (por su tradición federalista y populista de la época de Yirigoyen), a sus reclamos sociales y laborales.
Samuel Baily, sostiene que Perón fue quien comprendió por primera vez que de los anhelos no cumplidos de los trabajadores podía obtener una ventaja política y aquí se observa un acercamiento al análisis de Torre. Sin embargo, a su juicio, Juan Perón debilitó la influencia del socialismo y del comunismo dentro del movimiento obrero y se apoyó en los trabajadores provenientes del interior que, por sus tradiciones, permitieron el desarrollo de sus ideas nacionalistas, que desembocó en  la conformación de una fuerza política independiente sustentada en esos sectores. El autor afirma que entre migrantes del interior y trabajadores sindicalizados surgió una especie de disputa por ocupar el lugar protagónico dentro de las estructuras gremiales, que terminó con el triunfo de los primeros, en una especie de ¨nacionalismo criollo¨, a su juicio dominante dentro del movimiento obrero. Baily trata de demostrar la conformación de lo que denomina ¨nacionalismo criollo¨, a partir del apoyo de los nuevos trabajadores a Perón.
Con algunos puntos coincidentes, Rubén Rotondaro cree que el acercamiento entre estado y sindicatos se vio favorecido por la conformación de nuevos gremios. Sus dirigentes generaron una nueva corriente de opinión que fue la que impulsó la candidatura de Perón a la presidencia. Sin embargo, no deja de reconocer la importancia del apoyo al nuevo líder de los sindicatos claves como Unión Ferroviaria, obtenido luego de la intervención  en 1943 a cargo del coronel Mercante, que finalizó al año siguiente con elecciones normalizadoras que catapultaron una dirigencia que apoyó el proceso.
Hugo Leguizamón, concuerda en general  con las posturas de Rotondaro y Bailly en lo que respecta al papel asignado a los nuevos trabajadores llegados a la gran ciudad. Asigna mucha importancia a la actuación de los gremios paralelos creados a instancia de Perón, allí donde los dirigentes tradicionales ponían obstáculo para el desarrollo de sus planes. Si bien los comunistas quisieron coparlos, mayormente no tuvieron éxito, debido a que los dirigentes peronistas contaron pronto con el apoyo de las masas obreras. Por su parte, Santiago Senén González y Fabián Bosoer, insisten en la existencia de un corte generacional (oponiéndose así a lo sostenido por Golbert y Rapoport), fruto de las migraciones a la gran ciudad, que dará como consecuencia el surgimiento de una nueva generación de dirigentes gremiales, totalmente diferenciada de la anterior, que fue la que principalmente apoyó a Perón, concordando con la versión tradicional peronista.

A modo de síntesis
Frente a estas disímiles interpretaciones, que, sin embargo, tienen algunos puntos coincidentes que fui señalando a lo largo del trabajo, creo que resulta más interesante detenernos en las que aportan análisis más esclarecedores. El precursor es, indudablemente, Gino Germani, por el enfoque social de su estudio, y por el peso que pone en los factores  psico sociales y culturales que influyeron en la adhesión a Perón de los nuevos actores sociales que irrumpieron en escena. Esta orientación, si bien difiere de la ¨oficial¨ peronista, da mayor importancia al aporte de los nuevos trabajadores llegados a la capital y sus alrededores.
Daniel Murmis y Juan Carlos Portantiero, desde una perspectiva socio económica, tratan de indagar la influencia que el nuevo proceso industrial generado a partir de la década del 30 ejerce sobre la alianza de clases dominantes y el movimiento obrero. Para ellos, fueron los antiguos dirigentes los que permitieron la conformación de una nueva elite sindical que permitió la llegada de Perón al poder, todo, independientemente de los cambios económicos y sociales que se produjeron por entonces. Si bien  hacen una diferenciación en tipos de sindicatos, diluyen la separación entre vieja y nueva clase obrera, ya que consideran que ambas comparten en los años 30 la explotación propia del sistema capitalista.
Juan Carlos Torre, fiel a su estilo, busca la interpretación política de los problemas socio económicos. De allí su crítica al enfoque de Murmis y Portantiero, que, a su juicio, descuida el problema político y  mira sólo desde la perspectiva de la lucha social. Torre reconoce la presencia del interés de clase en la lucha, pero cree que en ella también late una conciencia política. Por lo tanto, la atención puesta por las masas, no fue sólo para reparación de intereses materiales, sino que se trató de una identificación política directa con la figura de su líder. No sólo encontraban en Perón  la satisfacción de sus planteos referentes al mejoramiento del nivel de vida y de trabajo, sino que buscaban, y lo encontraron, el reconocimiento de su calidad de ciudadanos, es decir, la salida del estado de marginalidad política en que se encontraban.
Daniel James al estudiar lo que ocurrió el 17 de octubre, desde otros ámbitos distintos a Buenos Aires, en particular Berisso y La Plata, trata de indagar el problema desde una perspectiva simbólico cultural. Difiere de la interpretación de Murmis y Portantiero y de Hugo del Campo en el sentido de la continuidad del movimiento sindical anterior al peronismo. En cierto modo reivindica la intuición planteada por Gino Germani de la importancia del peronismo como punto de inflexión en la historia argentina. Para James, con el peronismo se da una ruptura, más que una continuidad.
También difiere del análisis de Murmis y Portantiero en lo concerniente a la búsqueda de beneficios materiales por parte de los trabajadores, para enfatizar cuestiones referentes a la identidad de las masas con su líder y a temas de carácter simbólico. A su juicio fue la identidad que se forjó en el 45 la que permitió la continuidad del movimiento peronista.
A pesar de los importantes aportes, creo que el tema no está resuelto. Falta indagar más sobre los años previos al peronismo y no solamente en Buenos Aires y las principales ciudades, sino en todo el país, puesto que el peronismo surgió como un movimiento nacional que, con variantes, aún conserva esa característica.
Creo que no fue homogéneo el comportamiento de los trabajadores en la etapa anterior a 1945, y que debe investigarse aún más, inclusive desde la influencia del radicalismo y el conservadorismo  que tenían mayor peso político en el período analizado, ya que por lo general se estudia mayormente desde el ascendiente del socialismo y comunismo. Quizás parezca absurdo relacionar en esta etapa al movimiento obrero con los partidos conservador y radical, pero se debe considerar que la clase obrera en el momento de votar (aún reconociendo el fraude), optaba por alguno de estos dos partidos. Muchos de sus caudillos se pasaron luego al peronismo y continuaron ejerciendo su ascendencia sobre los asalariados.
A esto debemos sumar la necesidad de reconstruir las fuentes referentes a los trabajadores, ya que hay un olvido sistemático: carencia de repositorios, falta de conciencia de conservar la memoria por parte de los propios trabajadores, además de intentos concretos desde sectores del poder de borrar la memoria  colectiva.

Bibliografía

- Baily, Samuel; Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina; Paidós; Buenos Aires, 1984.
- Campo, Hugo del; ¨Sindicatos, partidos ¨obreros¨ y Estado en la Argentina preperonista¨, ponencia presentada en las VII Jornadas de Historia Económica, rosario, setiembre de 1985.
- Campo, Hugo del; Sindicalismo y peronismo, los comienzos de un vínculo perdurable; Clacso; Buenos Aires, 1983.
- Germani, Gino; Política y sociedad en una época de transición, de la sociedad tradicional a la sociedad de masas; Paidós, Buenos Aires, 1962.
- Godio, Julio; El movimiento obrero argentino (1943 – 1955); Legasa; Buenos Aires, 1990.
- Golbert, Laura y Rapoport, Hugo; ¨El movimiento obrero argentino en la década infame¨, en Historia del movimiento obrero; Nº 49; Centro editor de América Latina; Buenos Aires, 1973.
- James, Daniel; ¨17 y 18 de octubre de 1945: el peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina¨; en Desarrollo económico; Nº 107; Buenos Aires, octubre – diciembre de 1987.
- James, Daniel; Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora en la Argentina; Sudamericana; Buenos Aires, 1990.
- Leguizamón, Hugo; ¨Argentina: el 17 de octubre de 1945¨, en Historia del movimiento obrero; Nº 63; Centro editor de América Latina; Buenos Aires, 1973.
- Murmis, Miguel y Portantiero, Juan Carlos; Estudios sobre los orígenes del peronismo; Siglo XXI; Buenos Aires, 1987.
- Pont, Elena Susana; Partido Laborista: Estado y sindicatos; Centro editor de América Latina; Buenos Aires, 1984.
- Rotondaro, Rubén; Realidad y cambio en el sindicalismo; Pleamar; Buenos Aires, 1971.
- Senén González, Santiago; Breve historia del sindicalismo argentino; Alzamor; Buenos Aires, 1974.
-  Senén González, Santiago y Bosoer, Fabián; ¨Los gremialistas y el 17 de octubre¨; en Todo es historia; Nº 339; Buenos Aires, octubre de 1995.
- Torre, Juan Carlos; ¨Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo¨; en, Mackinnon, María Moira y Petrone, Mario Alberto; Populismo y neopopulismo en América Latina, el problema de la Cenicienta; EUDEBA; Buenos Aires, 1998.

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