María Mercedes Tenti
Planteo inicial
En las investigaciones sobre la
historia del movimiento obrero argentino, los historiadores no coinciden en la
interpretación de la influencia de los distintos sectores que lo integraban en
la etapa de organización del peronismo, en particular en el período previo que
llevó a la conformación del partido Laborista. Tampoco concuerdan en lo
referente a la mayor o menor influencia de la vieja guardia sindical y al papel
que les cupo a los nacientes sectores de trabajadores, especialmente a los
provenientes del interior, y a los nuevos dirigentes surgidos como consecuencia
de la conformación de nuevos gremios.
El propósito de este trabajo no es
estudiar los hechos político – sociales, ni los cambios que se produjeron en la
organización de los trabajadores. Se pretende examinar la perspectiva de los
distintos autores que analizaron el tema, con el objeto de confrontarlos,
compararlos y tratar de llegar a una conclusión que pueda servir para el
estudio de esta etapa trascendental dentro de la historia del movimiento obrero
argentino.
El movimiento obrero pre peronista
En 1930 se
constituyó la Confederación General del Trabajo (CGT) a los pocos días de
haberse producido el golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional de
Hipólito Yrigoyen. Sus comienzos fueron conflictivos como todos los intentos
anteriores de constituir una central de trabajadores que nucleara a los
distintos sindicatos, por entonces agrupados por rama de actividad, sumamente
divididos y con bajos índices de afiliación.
Cinco años después se originó la primera
fractura, y en 1943 al producirse el golpe militar de junio, los motivos de la
división anterior se instalaron nuevamente en la agenda gremial, provocando una
nueva ruptura. Al igual que entonces, la pretendida prescindencia política de
la central de los trabajadores era cuestionada por algunos sectores, que en
este caso, veían con desagrado, el acercamiento de otros a los grupos políticos
próximos al gobierno de facto.
La denominada CGT 1, conducida por el
socialista José Domenech, dirigente de la Unión Ferroviaria, en una actitud ¨neo
– sindicalista¨ (del Campo, 1983), pretendía que la central no tuviese ningún
tipo de relación política, argumento no compartido por la CGT 2, que agrupaba a
socialistas, más próximos a las estructuras partidarias dirigidos por el
diputado Francisco Pérez Leirós, y a sindicatos comunistas.
En ambas centrales primaban ciertos
intereses de grupo y ambiciones individuales de poder. Ya por entonces el
movimiento obrero, y más precisamente sus dirigentes, funcionarios rentados, se
habían convertido en factores de poder y fueron conformando lo que hoy
denominamos ¨burocracia sindical¨.
Frente a ello la mentada autonomía de los sindicatos anterior al peronismo no
lo era acabadamente, ya que existía cierta limitación con respectos a los
afiliados, quienes, al no ser las afiliaciones obligatorias, ¨castigaban¨ a los
dirigentes con la desafiliación que provocaba, en consecuencia, la caída de los
cotizantes (del Campo, 1983).
Si bien el representante del
Departamento Provincial del Trabajo, advirtió en aquel tiempo a ambas centrales
sindicales sobre la prohibición de participar en política y a pesar de recibir el apoyo de la CGT 2, el gobierno
dispuso intervenir la primera y clausurar la segunda, con el propósito evidente
de neutralizar ambas influencias.
Por la misma época el coronel Juan
Domingo Perón asumió la dirección del Departamento de Trabajo, transformado
poco tiempo después en Secretaría de Trabajo y Previsión Social, con rango
ministerial. A partir de allí la flamante secretaría invitó a los dirigentes
gremiales a participar en la redacción
de la nueva legislación social.
Desde entonces se inició un nuevo tipo de relación entre Estado y
sindicatos que, luego de un período preparatorio de dos años, culminó con una
alianza entre ambos que permitió el desarrollo del proceso populista
argentino desde 1946 en adelante (Pont).
En realidad, más que un cambio en los sindicatos, la modificación de actitud
provino del poder político.
Durante este período intermedio, y
gracias a la vinculación de los dirigentes sindicales con el poder político, se
sancionaron una serie de decretos-leyes que favorecían a los trabajadores, como
los estatutos del peón, de obreros del petróleo y de empleados bancarios, de
protección de la maternidad, sobre aprendizaje, trabajo y salario para los
menores, vacaciones pagas y muchos más que luego, en el período peronista,
fueron convertidos en leyes.
Los acontecimientos políticos –
militares que culminaron con los sucesos del 17 de octubre de 1945, sirvieron
para catapultar un movimiento obrero que adquirió conciencia de su fuerza, de
su cohesión, y de su posibilidad de incidir en la política nacional para
defender las conquistas logradas. La interpretación de este momento histórico
desde la óptica del peronismo triunfante en las elecciones de febrero de 1946,
fue elaborada a partir de la necesidad de marcar un corte con el antiguo orden, de elaborar la
imagen de una sociedad nueva en la que los nuevos trabajadores del interior,
arribados a la gran ciudad como consecuencia de las migraciones internas,
jugaron un papel preponderante en el respaldo a Perón, conductor y líder
(Torre).
Distintas posturas
Quien
primero analizó este período fue Gino Germani en su obra ¨Política y sociedad
en una época de transición, de la sociedad tradicional a la sociedad de masas¨.
Germani recurre a un modelo dicotómico para plantear el paso de una sociedad tradicional
a otra desarrollada; considera que, al ser el cambio acelerado y repentino,
coexistieron elementos de ambas. Según este modelo analítico, así como la
inmigración extranjera masiva jugó un papel trascendental en la transformación
de la sociedad argentina y en la modernización del país, a partir de la década
del 40 fueron las masas provenientes del interior las que irrumpieron y
permitieron el afianzamiento del liderazgo personalista de Perón. Este último
fenómeno lo analiza desde la perspectiva de factores psicosociales, como el
impacto que recibieron ante su entrada en la gran urbe y la continuidad de su
cultura tradicional conformada ya desde la época colonial y que continuaba
vigente.
Murmis y Portantiero, en ¨Estudios
sobre los orígenes del peronismo¨, analizan la orientación del sindicalismo en
esa etapa de transición y concluyen en la existencia de tres tipos de sindicatos:
¨viejos, nuevos y paralelos¨. Los
sindicatos ¨viejos¨ eran los tradicionales anteriores a 1930 como los de los
ferroviarios, gráficos y trabajadores del estado. Los ¨nuevos¨ eran los
surgidos a partir de 1943 como consecuencia del crecimiento industrial. Y los
¨paralelos¨, nuevos sindicatos conformados en forma paralela a instancias de
Perón, y en contraposición a los ¨viejos¨, en ramas en las que ya existían
sindicatos.
Los autores afirman que fue la vieja
guardia sindical la que participó en la acción política que permitió la
consolidación de una nueva elite dirigente a partir del golpe del 43.
Consciente de su importancia, Perón buscó su apoyo para penetrar en el interior
del movimiento obrero y, con él, se catapultó al poder político. De esta manera,
cuestionaban la línea interpretativa de Germani, ya que, según ambos, los
actores sociales provenientes del movimiento obrero, podían delimitarse
independientemente de los cambios socio
económicos producidos con anterioridad a la toma del poder por Perón.
Laura Golbert y Hugo Rapoport,
siguiendo la línea interpretativa de Murmis y Portantiero, destacan la
importancia de las estructuras sindicales anteriores al peronismo y restan
trascendencia al argumento de la existencia de un quiebre generacional de la
clase obrera, entre los antiguos sindicalizados y los nuevos proletarios
provenientes del interior, y su influencia en el período analizado.
Juan Carlos Torre si bien comparte en
líneas generales el análisis de Murmis y Portantiero, considera que el mismo no
abarca en totalidad el complejo proceso. Rescata la postura de Germani, pero
para incorporar una nueva dimensión analítica que tiene que ver con ¨la constitución de nuevas identidades
colectivas populares¨. Considera que el análisis de los dos autores,
focaliza en particular el problema social y descuida, en cierta medida, el
político. Si bien la clase trabajadora, actúa según un interés de clase,
buscando ampliar sus beneficios a través del Estado, para Torre, este proceso
desemboca en una identificación política entre las masas y el conductor. De
allí que la acción política no solamente es emprendida con el objeto de
alcanzar mejoras materiales, sino que
tiene como objeto, fortalecer la identidad política colectiva de los
actores sociales implicados.
Elena
Susana Pont indaga la influencia de las características propias del
proletariado argentino, en la consolidación del populismo peronista. Sostiene
que la estructura proporcionada por los antiguos dirigentes y los sindicatos, y
su accionar desde la nueva estructura partidaria creada al efecto, el partido
Laborista, permitió el surgimiento del peronismo. Si bien el sindicalismo en
esta etapa tenía un carácter autónomo (a nivel político y sindical), a partir
de la disolución del partido laborista y la conformación del peronista, se perdió la autonomía
política de los gremios y parte de la sindical. En este punto disiente con
Murmis, Portantiero y Torre que subrayan el carácter autónomo de los sindicatos
durante los primeros años del gobierno peronista.
Hugo del
Campo considera, al igual que Murmis y Portantiero, Torre y Pont, que la
composición de los gremios anteriores al peronismo no cambió demasiado. El
cambio se produjo recién a partir del ascenso de Perón a la presidencia de la
república. Algo similar sucedió con la autonomía política del sindicalismo pre
peronista, autonomía que, coincidiendo con Pont, fue perdiéndose a partir de 1946,
en pos del liderazgo centralizado y autoritario de Perón.
Daniel James brinda una nueva visión
respecto a las anteriores, para detenerse en la acción de los trabajadores y
sus dirigentes el 17 de octubre desde una dimensión socio cultural no analizada
hasta entonces. Pone énfasis en el apoyo de la clase obrera al proyecto
reformista de Perón a partir de un ¨pragmatismo¨ de clase y no solamente por la
necesidad de defender las conquistas socio económicas alcanzadas, sino también
como una forma de cuestionamiento social a la jerarquía y a los símbolos de la
autoridad.
Julio Godio adopta una postura
intermedia, ya que considera que la clase obrera que apoyó a Perón surgió como
producto de la conjunción de lo que denomina ¨memoria colectiva¨, integrada por
los antiguos sectores sindicales, integrados por trabajadores extranjeros y
criollos, y los nuevos asalariados
migrantes del interior del país, provenientes de sectores campesinos,
incorporados al mundo urbano a través de las fábricas a partir de la década del
30. Los primeros encontraron en Perón la meta a sus antiguas luchas y los
segundos la solución paternalista (por su tradición federalista y populista de
la época de Yirigoyen), a sus reclamos sociales y laborales.
Samuel Baily, sostiene que Perón fue
quien comprendió por primera vez que de los anhelos no cumplidos de los
trabajadores podía obtener una ventaja política y aquí se observa un
acercamiento al análisis de Torre. Sin embargo, a su juicio, Juan Perón
debilitó la influencia del socialismo y del comunismo dentro del movimiento
obrero y se apoyó en los trabajadores provenientes del interior que, por sus
tradiciones, permitieron el desarrollo de sus ideas nacionalistas, que
desembocó en la conformación de una
fuerza política independiente sustentada en esos sectores. El autor afirma que
entre migrantes del interior y trabajadores sindicalizados surgió una especie de
disputa por ocupar el lugar protagónico dentro de las estructuras gremiales,
que terminó con el triunfo de los primeros, en una especie de ¨nacionalismo
criollo¨, a su juicio dominante dentro del movimiento obrero. Baily trata de
demostrar la conformación de lo que denomina ¨nacionalismo criollo¨, a partir
del apoyo de los nuevos trabajadores a Perón.
Con algunos puntos coincidentes, Rubén
Rotondaro cree que el acercamiento entre estado y sindicatos se vio favorecido
por la conformación de nuevos gremios. Sus dirigentes generaron una nueva
corriente de opinión que fue la que impulsó la candidatura de Perón a la
presidencia. Sin embargo, no deja de reconocer la importancia del apoyo al
nuevo líder de los sindicatos claves como Unión Ferroviaria, obtenido luego de
la intervención en 1943 a cargo del
coronel Mercante, que finalizó al año siguiente con elecciones normalizadoras
que catapultaron una dirigencia que apoyó el proceso.
Hugo Leguizamón, concuerda en
general con las posturas de Rotondaro y
Bailly en lo que respecta al papel asignado a los nuevos trabajadores llegados
a la gran ciudad. Asigna mucha importancia a la actuación de los gremios
paralelos creados a instancia de Perón, allí donde los dirigentes tradicionales
ponían obstáculo para el desarrollo de sus planes. Si bien los comunistas
quisieron coparlos, mayormente no tuvieron éxito, debido a que los dirigentes
peronistas contaron pronto con el apoyo de las masas obreras. Por su parte,
Santiago Senén González y Fabián Bosoer, insisten en la existencia de un corte
generacional (oponiéndose así a lo sostenido por Golbert y Rapoport), fruto de
las migraciones a la gran ciudad, que dará como consecuencia el surgimiento de
una nueva generación de dirigentes gremiales, totalmente diferenciada de la anterior,
que fue la que principalmente apoyó a Perón, concordando con la versión
tradicional peronista.
A modo de síntesis
Frente a estas disímiles
interpretaciones, que, sin embargo, tienen algunos puntos coincidentes que fui
señalando a lo largo del trabajo, creo que resulta más interesante detenernos
en las que aportan análisis más esclarecedores. El precursor es,
indudablemente, Gino Germani, por el enfoque social de su estudio, y por el
peso que pone en los factores psico
sociales y culturales que influyeron en la adhesión a Perón de los nuevos
actores sociales que irrumpieron en escena. Esta orientación, si bien difiere
de la ¨oficial¨ peronista, da mayor importancia al aporte de los nuevos
trabajadores llegados a la capital y sus alrededores.
Daniel Murmis y Juan Carlos
Portantiero, desde una perspectiva socio económica, tratan de indagar la
influencia que el nuevo proceso industrial generado a partir de la década del
30 ejerce sobre la alianza de clases dominantes y el movimiento obrero. Para
ellos, fueron los antiguos dirigentes los que permitieron la conformación de
una nueva elite sindical que permitió la llegada de Perón al poder, todo,
independientemente de los cambios económicos y sociales que se produjeron por
entonces. Si bien hacen una diferenciación
en tipos de sindicatos, diluyen la separación entre vieja y nueva clase obrera,
ya que consideran que ambas comparten en los años 30 la explotación propia del
sistema capitalista.
Juan Carlos Torre, fiel a su estilo,
busca la interpretación política de los problemas socio económicos. De allí su
crítica al enfoque de Murmis y Portantiero, que, a su juicio, descuida el
problema político y mira sólo desde la
perspectiva de la lucha social. Torre reconoce la presencia del interés de
clase en la lucha, pero cree que en ella también late una conciencia política.
Por lo tanto, la atención puesta por las masas, no fue sólo para reparación de
intereses materiales, sino que se trató de una identificación política directa
con la figura de su líder. No sólo encontraban en Perón la satisfacción de sus planteos referentes al
mejoramiento del nivel de vida y de trabajo, sino que buscaban, y lo
encontraron, el reconocimiento de su calidad de ciudadanos, es decir, la salida
del estado de marginalidad política en que se encontraban.
Daniel James al estudiar lo que ocurrió
el 17 de octubre, desde otros ámbitos distintos a Buenos Aires, en particular
Berisso y La Plata, trata de indagar el problema desde una perspectiva
simbólico cultural. Difiere de la interpretación de Murmis y Portantiero y de
Hugo del Campo en el sentido de la continuidad del movimiento sindical anterior
al peronismo. En cierto modo reivindica la intuición planteada por Gino Germani
de la importancia del peronismo como punto de inflexión en la historia
argentina. Para James, con el peronismo se da una ruptura, más que una
continuidad.
También difiere del análisis de Murmis
y Portantiero en lo concerniente a la búsqueda de beneficios materiales por
parte de los trabajadores, para enfatizar cuestiones referentes a la identidad
de las masas con su líder y a temas de carácter simbólico. A su juicio fue la
identidad que se forjó en el 45 la que permitió la continuidad del movimiento
peronista.
A pesar de los importantes aportes,
creo que el tema no está resuelto. Falta indagar más sobre los años previos al
peronismo y no solamente en Buenos Aires y las principales ciudades, sino en
todo el país, puesto que el peronismo surgió como un movimiento nacional que,
con variantes, aún conserva esa característica.
Creo que no fue homogéneo el
comportamiento de los trabajadores en la etapa anterior a 1945, y que debe
investigarse aún más, inclusive desde la influencia del radicalismo y el
conservadorismo que tenían mayor peso
político en el período analizado, ya que por lo general se estudia mayormente
desde el ascendiente del socialismo y comunismo. Quizás parezca absurdo
relacionar en esta etapa al movimiento obrero con los partidos conservador y
radical, pero se debe considerar que la clase obrera en el momento de votar
(aún reconociendo el fraude), optaba por alguno de estos dos partidos. Muchos
de sus caudillos se pasaron luego al peronismo y continuaron ejerciendo su
ascendencia sobre los asalariados.
A esto debemos sumar la necesidad de
reconstruir las fuentes referentes a los trabajadores, ya que hay un olvido
sistemático: carencia de repositorios, falta de conciencia de conservar la
memoria por parte de los propios trabajadores, además de intentos concretos
desde sectores del poder de borrar la memoria
colectiva.
Bibliografía
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