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jueves, 13 de diciembre de 2012

CONSIDERACIONES SOBRE EL VOCABULARIO POLÍTICO DE SAN MARÍN



María Mercedes Tenti


Al analizar el pensamiento político de José de San Martín, encontramos una serie de términos utilizados a lo largo de sus numerosos escritos, en distintas épocas y circunstancias, que conducen a formular nuevas preguntas y a replantear otras ya enunciadas, con el propósito de diferenciar las categorías históricas y las categorías analíticas contenidas en dichos términos. Sin duda su vocabulario, es acorde no solamente a sus estudios y lecturas, sino también al momento histórico en que vivía, y a su propia visión del mundo y de las cosas.

Los análisis estructuralistas del lenguaje lo hacen desde la diferencia, el significado se fabrica a través del contraste, manifiesto o sobreentendido. Una definición afirmativa, esconde una negación o antítesis. Según la concepción de Ferdinand de Saussure, cada elemento del lenguaje cobra significación en su relación con todo lo demás. De allí que no siempre podemos explicar el significado de una palabra desde su estructura presente, sino que, por el contrario, tenemos que analizarla dentro de su propio contexto.

El post – estructuralismo considera que palabras y textos no tienen un significado fijo ni intrínseco; no hay entre ellos una relación clara, ni tampoco están en  correspondencia directa con el mundo en el que están inmersos. Para Michel Foucault el lenguaje no manifiesta una realidad acabada y anterior al propio lenguaje, no existen separadamente las palabras y las cosas, sino que ambos están fusionados, y el lenguaje pasa a ser un constituyente de lo real. Los conceptos van constituyéndose gradualmente a lo largo del tiempo, y adquieren distintos campos de  constitución y validez según su uso. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta su significación dentro del contexto y de la unidad[1]. En consecuencia resulta importante analizar las transformaciones que sufren las palabras en cuanto a su significado y establecer categorías analíticas según el recorte y el límite que se quiera asignar.

El estudio del lenguaje brinda una nueva posibilidad de análisis, ya que no sólo se piensa al lenguaje como una representación de ideas, sino también como un principio desde el que se pueden comprender las relaciones sociales y hasta establecer las identidades colectivas. De allí la conveniencia no sólo de analizar frases en los documentos, sino también las formas de expresión que incluyen prácticas socio culturales de una época determinada, siempre dentro de un contexto también determinado.

Las palabras seleccionadas en esta ocasión, tienen que ver con la identidad asumida por José de San Martín a partir del momento de su decisión de abandonar Europa y regresar a su Patria para sumarse al movimiento independentista, hasta sus últimos años en Francia. En este proceso, su identidad no permaneció estática, sino que fue evolucionando conjuntamente con los acontecimientos y sus circunstancias. Tampoco era en ningún caso, una identidad individual, ajena al sentimiento de pertenencia colectivo, o circunscripta a un reducido ámbito, ya que por ejemplo, encontramos similitud en la identidad de los americanos residentes en el ¨viejo¨ mundo, y en la de los grupos dirigentes que en el ¨nuevo¨ mundo luchaban por consolidar el proceso político emancipador, puesto en marcha desde comienzos del siglo XIX.

Para Eric Hobsbawn, ese sentimiento de pertenencia que permite consolidar la identidad colectiva, se establece según cuatro aspectos destacables: 1º) De manera negativa, al reconocer un ¨nosotros¨, diferente a un ¨ellos¨. Es decir, que se afianza no tanto a partir de las semejanzas entre quienes integran un grupo, sino desde las diferencias con el grupo opuesto.  2º) Las identidades son intercambiables o combinadas con diferentes características. 3º) No son fijas, se cambian y se modifican según las circunstancias. 4º) Dependen del contexto, que al igual que las circunstancias, se modifica[2].

Teniendo en cuenta estas consideraciones teóricas, podemos abordar las categorías históricas que se reconocen dentro del vocabulario de San Martín y analizarlas en el marco de distintas concepciones, para tratar de establecer categorías analíticas que contribuyan a una mejor comprensión del pensamiento sanmartiniano.

La identidad americana

La identidad americana está presente en el pensamiento de San Martín desde sus primeros escritos y en su propia actuación. Con una carrera militar exitosa en Europa, no vaciló en dejar de lado un futuro promisorio y regresar a su patria tras la defensa de sus ideales íntimamente ligados al sentimiento de pertenencia a lo americano y de diferencia  u oposición con respecto a lo otro, lo europeo, lo español. ¨Por una fatalidad incomprensible, escribía, ha sido la guerra desde el 25 de mayo de 1810 el único término de las diferencias entre los españoles y los americanos que han reclamado sus derechos¨[3].

Si bien hasta comienzos del siglo XIX  se usaban las expresiones ¨español americano¨, o ¨americano¨ por oposición a ¨español¨, el término ¨argentino¨ era más bien sinónimo de los habitantes de Buenos Aires y sus alrededores, de los rioplatenses, según la perspectiva de José Carlos Chiaramonte[4]. El sentimiento de ¨americano¨ era una percepción más abarcativa que comprendía lo que hoy consideramos como inherente a la nación argentina. ¨Un americano republicano por principios e inclinación...¨ hacía la siguiente observación al Congreso reunido en Tucumán en 1816, a través de una carta al diputado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz: ¨Los americanos o Provincias Unidas, no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando de fierro español, y pertenecer a una Nación¨[5]. En este caso, americano equivalía a argentino, a ¨pueblo¨ de las Provincias Unidas del Río de la Plata con aspiraciones a constituir una Nación, luego de declarada la independencia. Por ello escribía nuevamente a Godoy Cruz el 16 de julio de 1816: Ha dado el Congreso el golpe magistral con la declaración de la Independencia; sólo hubiera deseado que al mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder; esto nos conciliaría y ganaría muchos afectos en Europa¨[6].

Iniciada su campaña continental, el término adquiere también una significación también  continental, para hacer referencia a los ¨pueblos¨ de la América del Sur a cuya independencia dedicó sus esfuerzos y su vida. Escribía al virrey de la Pezuela en 1818, ¨Hasta ahora nadie ha dado a una carta privada la validez de credencial para ningún convenio público de Nación a Nación, a menos que se pretenda que los americanos cierren los ojos a la mera insinuación de un jefe español¨[7]. Como americano, su objetivo principal era luchar por la independencia de América, para ello debía abocarse a la tarea de concretar esta grande obra ¨...porque tiempo ha que no me pertenezco a mí mismo sino a la causa del Continente Americano¨[8], decía a O´Higgins en 1.819.

Su visión iba más allá de la de los habitantes de las Provincias Unidas, incluso de la de sus gobernantes. Su misión era luchar por la independencia de América del Sur, por ello para San Martín los americanos eran los habitantes de las antiguas posesiones españolas en América, de las nacientes naciones que, contra sus aspiraciones, tendían cada una a constituirse como naciones independientes, cortando los lazos que las unían a la América toda. Su percepción traspasaba los imprecisos límites impuestos por las costumbres o las guerras. Cuando decía americanos se refería a los sudamericanos en su conjunto, y a los chilenos, los peruanos, los argentinos, individualmente, pero como partes de un todo común. ¨La Comisión mediadora de Chile que remitirá a usted ésta, se compone de americanos honrados y virtuosos¨, decía refiriéndose a una comisión de representantes chilenos, en carta a Estanislao López[9].

Su condición de americano era su honra y su más preciado título, más que el de ciudadano. ¨Hablo a usted lo que mi corazón siente, escribía a José Gervasio de Artigas en 1.819, si usted me cree un americano con sentimientos inequívocos en beneficio de nuestro suelo, espero que esta intervención que hago como un simple ciudadano, será apoyada por usted en los términos más remarcables¨[10].

Ya en el exilio, y ante el bloqueo anglo francés al río de la Plata, resurgió en San Martín su arraigado sentimiento americano, a pesar de que consideraba a Francia su ¨segunda patria¨, según sus propias palabras, luego de permanecer allí durante tantos años. Era su suelo, su patria de origen, su patria americana, la que estaba amenazada por las fuerzas europeas.  Por ello no podía concebir ¨que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española¨[11]. Aquí no hay confusión entre americanos y rioplatenses. Para él, americanos eran los habitantes de la América toda, más precisamente de Sud América.

La identidad americana estaba ya totalmente construida, era más abarcativa que la identidad regional argentina. Dos entidades distintas; una contenida en la otra. No existía contradicción entre ambas; entre ellas no había oposición. Escribía en 1847: ¨He leído la exposición titulada: De los males, desgracias de la República del Plata – Documentos para su Historia, publicada por el general La Madrid en Montevideo: como Argentino, como Americano, como hombre cuya posición en la época a que se refiere dicha Exposición debe tener un gran valor, declaro que cuanto ella contiene es un tejido absurdo de infames y groseras imposturas¨[12]. La identidad argentina estaba dentro del marco de la identidad americana, estaba contenida en ella.

Esta concepción se pone de manifiesto también en la carta a Ramón Castilla, presidente del Perú, de fecha 11 de setiembre de 1848. Comenzaba haciendo un extracto de su vida en España y afirmaba: ¨Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos, acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, que calculábamos se había de empeñar¨. Y más adelante, ¨El segundo punto fue el de mirar a todos los estados americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos interesados todos en un santo y mismo fin¨[13]. Su identidad americana como hombre, como nacido en América, como quien luchó por la libertad continental, como parte del tejido social, la trasladaba de los actores a los estados, que también eran americanos, y como tales, como pueblos, como naciones,  como cuerpos políticos, debían tender a la unidad continental.

Su dimensión continental, en un principio circunscripta a la América del Sur,  o a las antiguas posesiones españolas en América, con el tiempo, y especialmente a partir de su estadía en Europa, se extendía a todo el continente, y refería la categoría de americano a todos sus habitantes. En carta de 1.846 al general Pinto, recordaba ¨el desafío de dos americanos¨[14] en una comida festejando el aniversario de la independencia de Estados Unidos,  refiriéndose a dos norteamericanos. Su visión se globalizaba desde la distancia.


El pueblo, los pueblos

Hermann  Heller diferencia el concepto de ¨pueblo¨ según se lo analice como formación natural o como formación cultural. La concepción de ¨formación natural¨ surgió como una reacción al pensamiento de la Ilustración, y entiende por pueblo lo que éste tiene de natural, ya sea como población o como raza. El pueblo como ¨formación cultural¨ apareció a fines del siglo XVIII cuando se elimina el orden social jerárquico y se consolida la sociedad civil. A partir de entonces el ¨pueblo¨ comienza a constituirse como ¨nación política¨. Lo logra cuando la conciencia de pertenencia al conjunto social se transforma en una voluntad política.

El concepto de ¨pueblo ¨ en el siglo XIX variaba según se lo considerase en singular o en plural. El ¨pueblo¨ podía significar desde el depositante de la soberanía, con sentido político jurídico, o el ciudadano, entendiendo como tal al ¨vecino¨: hombre, mayor de edad, afincado, propietario. Según la tradición política española – que en algunos casos subsistía -, era la unión de jerarquías, corporaciones y territorios. También podía incluirse dentro de la categoría de ¨pueblo¨ a los habitantes de un lugar, a la población. Los ¨pueblos¨, en plural, designaban a las comunidades, a las provincias y también a las ciudades, con sentido político no territorial, de allí que a veces resulta difícil discernir a qué o a quiénes se hacía referencia. Los ¨pueblos¨, podían ser las provincias en oposición a la capital, o bien los habitantes del país o del continente. En general implicaba la pertenencia a un grupo humano con lazos comunes, a una colectividad.

Según Francois – Xavier Guerra, a lo largo del período que analizamos, convivieron dos actitudes frente al término. La primera, que consideraba al pueblo como un actor real, que se expresaba a través de determinadas personas; los enemigos no formaban parte de él. La segunda, que ignoraba palabras como pueblo, nación, ciudadano, etc.,  como una reacción al romanticismo imperante hasta entonces.

El problema se agudiza cuando consideramos al término ¨pueblo¨ con múltiples significados. Puede representar al conjunto de la población o a aquellos pertenecientes a las clases bajas, opuestos a los poderosos. También en algunos casos se asocia con el vulgo, el ¨bajo pueblo¨, es decir, que en general se trata de una categoría social. Sin embargo, en este caso, nos interesa la categorización política del término, referida a las relaciones entre los hombres - con exclusión por entonces de las mujeres - que constituían la sociedad, y a sus códigos culturales, ya sean los de un grupo o de un conjunto de grupos sociales en un momento dado, ya que  toda relación social posee un contenido cultural básico. Dentro de ese marco está contenida la noción de ¨pueblo soberano¨[15].

La soberanía del pueblo es a veces una ilusión, ya que es a través de dicha soberanía como se puede acceder al poder. La soberanía, en realidad, estaba depositada entonces en una minoría limitada, que gobernaba a nombre del pueblo.  El pueblo lograba expresarse: en la acción a través de la conspiración o el pronunciamiento de un jefe militar, y en la palabra a través de los escritos de los políticos. En el caso de San Martín  encontramos ambas alternativas; representaba al pueblo como jefe del ejército libertador, y a través de sus proclamas se expresaba el sentir general de la población.

En un primer momento los conceptos de ¨pueblo¨ y ¨nación¨ se entrecruzaban por la necesidad imperiosa de constitución de naciones independientes frente al poder español. Sin embargo, a partir de los intentos federativos, durante la época de Rosas, renació nuevamente la soberanía de los ¨pueblos comunidades¨, de los ¨pueblos provincias¨; allí el concepto volvió a perder su dimensión nacional.

Para San Martín la categoría de ¨pueblo¨  adquiere una significación especial en el manifiesto donde detalla su conducta como gobernador intendente de Cuyo y general en jefe del ejército de los Andes frente a la actuación de los hermanos Carrera. El documento lo presenta al  ¨público¨, es decir, a la comunidad toda, sin distinciones de ningún tipo, incluyendo a españoles y americanos, cualquiera fuera su situación social. Él había sido nombrado gobernador de Cuyo y su principal objetivo era gobernar para el bien común,  incluyendo a todos sus habitantes, por ello le debía al ¨público¨ una satisfacción de su conducta.

Aquí el concepto de ¨pueblo¨ va más allá, tiene connotaciones de pertenencia, de identidad, y en algunos casos hasta, en cierta forma, de ciudadanía. Por ello decía ¨Habiendo chocado vivamente a mi espíritu, que estos señores - se refiere a los Carrera - quisiesen conservar una autoridad de Gobierno Supremo; sin pueblo, sin súbditos y en territorio extraño...¨[16]. Por tratarse de un grupo minoritario que había pretendido imponerse por la fuerza, sin el consenso popular, San Martín les negaba no solamente la adhesión del ¨pueblo¨, como categoría de conjunto de potenciales  ¨ciudadanos¨, sino la de todos los habitantes, y hasta la propia pertenencia a una parte del territorio americano.

En contrapartida, él, habiendo nacido en las Misiones y vivido en Europa toda su juventud, se sentía americano, parte del ¨cuerpo social americano, aunque no pudiésemos llamarnos un pueblo¨[17], decía. El cuerpo social estaba consolidado, no así el sentimiento de pertenencia que se relaciona con el de nacionalidad, por ello continuaban, a su juicio, las luchas intestinas en las naciones emergentes y la falta de unidad del ¨cuerpo social americano¨. Por consiguiente, si los ¨chilenos¨ y los ¨provincianos unidos¨, colectivamente, gozaban de igualdad, sin dependencias recíprocas, quienes atentasen individualmente contra unos u otros, debían enfrentarse a las dos partes unidas. Nótese la denominación de ¨provincianos unidos¨, para referirse a los habitantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, nominación poco usual en la época y en el propio San Martín.

En algunos casos otorgaba al pueblo virtudes cívicas, que tienen que ver con el patriotismo y con la defensa de la Patria. En un oficio al cabildo de Buenos Aires manifestaba: ¨El día de mañana se da a la vela la expedición libertadora del Perú. Como su general, tengo el honor de informar a V.E., que representa al pueblo heroico, al virtuoso pueblo más digno de la historia de Sud América y de la gratitud de sus hijos...¨[18]. Y ya en el cargo de Protector del Perú escribía al Director Supremo de Chile: ¨Destruir para siempre el dominio español en el Perú y poner a los pueblos en el ejercicio moderado de sus derechos, es el objeto esencial de la expedición libertadora¨[19]. Los pueblos eran los ciudadanos en potencia, de allí que les asignaba el ejercicio limitado de los derechos hasta que alcanzasen su madurez política. ¨Mientras existan enemigos en el país, y hasta que el pueblo forme las primeras nociones del gobierno de sí mismo, yo administraré el poder directivo del estado...¨[20], decía.

En otros casos adjudicaba de hecho al ¨pueblo¨ la categoría de ¨ciudadano¨,  como depositario de la soberanía, como conjunto de actores reales, que transfería simbólicamente su voluntad a uno o varios hombres. Por ello hacía referencia al voto explícito del pueblo: ¨... de acuerdo con el Senado y voto del pueblo, me han nombrado jefe de las fuerzas expedicionarias¨[21], expresaba en una proclama a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata, fechada en  Valparaíso el  22 de julio de 1820. Al año siguiente, escribía al presidente de la Junta Gubernativa de Guayaquil sobre la necesidad ¨... de consultar la voluntad del pueblo, tomando las medidas que ese gobierno estime conveniente a fin de que la mayoría de los ciudadanos exprese con franqueza sus ideas...¨ El sistema de gobierno que se adoptase debía ser aclamado por la mayoría del pueblo luego de deliberar libremente[22].

La consulta popular era a través del voto censitario según la concepción de la época. Para alcanzar la felicidad del Perú era indispensable consultar la voluntad de los pueblos. Para ello el ayuntamiento de Lima debía convocar a ¨... una junta general de vecinos honrados, que representando al común de habitantes de esta capital, expresen si la opinión general se halla decidida por la independencia¨[23]. Los ¨pueblos¨  estaban representados por los ¨vecinos¨,  por una expresión minoritaria de la población que asumía la delegación de la mayoría.

El ¨pueblo¨ también podía tener entidad jurídica y virtudes cívicas. ¨Volved, pues, españoles habitantes de Lima - les decía en una proclama -, a vuestras pacíficas tareas en el seno de un pueblo que, como vosotros mismos lo habéis experimentado, es el modelo de la moderación y de la generosidad¨[24].

También hacía referencia al ¨bajo pueblo¨ - en algunos casos con identidad de ¨masa¨ -, diferenciándolo del ¨pueblo¨ a secas, según las concepciones de la época. En carta a Guido, escrita en París en 1834, diferenciaba la postura de ¨... la masa del bajo Pueblo de la capital beleidosa por carácter, y fácil de extraviar por un corto número de demagogos¨, de la actitud del ¨pueblo¨ interesado en evitar los trastornos que acarrearía la acción de un par de regimientos de milicias de la campaña que trataba de impedir la entrada de ganado a la capital[25]. Esta categoría de ¨bajo pueblo¨ también estaba asociada al nivel cultural de la población, ya que la ignorancia hacía que los hombres no conociesen las leyes y, en consecuencia, la revolución no podía alcanzar su culminación. De allí la obligación de que las constituciones estuviesen en armonía con las necesidades de los pueblos[26].

Con referencia a las revoluciones producidas en Europa en 1848, se definía en contra de los movimientos revolucionarios que, a su juicio, eran provocados por grupos de activistas de los clubes, que a través de miles de panfletos, trataban de inculcar en la ¨gran masa del bajo pueblo¨ ideas tales como que quienes nada tenían podían tratar de despojar  a los propietarios[27].

Sin embargo, en otras ocasiones se refería a la masa del pueblo como al común del pueblo, diferente u opuesto a la elite o clase principal, adjudicándole una categoría social. Decía refiriéndose al bloqueo anglo – francés que sólo afectaría a ¨... un corto número de propietarios, pero la masa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países – en referencia a los europeos -, le será bien indiferente su continuación¨[28]. Reconocía las privaciones y necesidades del común del pueblo americano - de la masa de la población -, su atraso por falta de leyes fundamentales y por la primacía de pasiones e intereses particulares frente a los generales de los pobladores[29], pero no por ello lo menospreciaba o subestimaba. Al contrario, siempre estaba presente su respeto al pueblo en su totalidad, sin distinciones sociales.

En ocasiones también hacía alusión al ¨pueblo¨ como conjunto de habitantes de un lugar o región.  Luego de la victoria de Chacabuco,  saludaba a los cabildos de Mendoza, San Juan y San Luis, felicitándolos conjuntamente con el ¨pueblo¨, al tiempo que les hacía llegar su más cálida gratitud[30]. De la misma manera designaba al ¨pueblo¨ peruano, al de Guayaquil, al cuyano, al chileno, etc.

Los ¨pueblos¨, en plural, comprendían al conjunto de la población toda, sin diferencias sociales ni raciales. A ellos había que convocar para la lucha; a ellos había que exigir el juramento de obediencia a los nuevos gobiernos;  la felicidad y prosperidad de los pueblos era su meta; sus promesas y su honor eran para los pueblos; su suerte estaba en sus manos; la libertad e independencia eran producto de la voluntad de los pueblos; las constituciones y las leyes debían estar en armonía con las necesidades de los pueblos. En consecuencia, cabía esperar de los pueblos que no fuesen ingratos con quienes dieron todo por ellos. 

San Martín luchaba por los derechos de los ¨pueblos¨ y se avenía a su voluntad. No era una voluntad sujeta al sufragio, tal como entendemos hoy, sino a la voluntad expresada a través de actos de adhesión hacia la figura del conductor de la empresa libertadora: Mi autoridad, que es la única que me dice V.E. reconoce para tratar, escribía a La Serna en 1822, es ninguna si no está apoyada en el voto de los pueblos, a cuya voluntad circunscribiré absolutamente todas mis operaciones públicas, gloriándome de cumplir sus órdenes¨[31] . La soberanía residía en los ¨pueblos¨ según el pacto societal, luego pasará a la ¨nación¨. Se necesitaba del voto de los pueblos, de su voluntad para constituir la futura nacionalidad.

Toda esta ambigüedad aparente del término ¨pueblo¨ se debe a sus características polisémicas, más acentuadas en la época en que le tocó actuar a San Martín. Las identidades estaban en construcción en un período de convulsiones revolucionarias, cambios institucionales, afianzamiento de las nacientes nacionalidades y conformación de los nuevos estados. De allí los deslizamientos que va sufriendo el vocablo según las circunstancias y el momento.

Nación – Estado

El análisis de los términos ¨nación¨ y ¨estado¨ en la primera mitad del siglo XIX resulta engorroso ya que la idea de nacionalidad como fundamento de un Estado nacional es de tardía aparición en esta época[32].  Las identidades nacionales estaban cimentándose y coexistían formas diversas que, en algunos casos, se confundían. De hecho no debemos considerar el significado de estos vocablos según su moderna acepción, sino que, dentro del contexto de la época, tenemos que desentrañar el sentido del lenguaje político.

Para Antonio Sáenz, en el curso dictado sobre derecho natural y de gentes en la universidad de Buenos Aires en 1822 y 1823, ¨sociedad¨, ¨estado¨ y ¨nación¨ era una misma cosa: ¨La Sociedad llamada así por antonomasia se suele también denominar Nación y Estado. Ella es una reunión de hombres que se han sometido voluntariamente a la dirección de alguna suprema autoridad, que se llama también soberana, para vivir en paz, y procurarse su propio bien y seguridad¨[33]. Condición para la existencia de la ¨nación¨ y el ¨estado¨ era el ejercicio de la soberanía por parte de la sociedad. De acuerdo con el romanticismo en boga, hacía coincidir al ¨estado¨ con la ¨nación¨ y revalorizaba el papel del ¨pueblo¨ como sujeto de la vida política.

Si bien el término ¨nación¨ se incorporó en el discurso político europeo a partir de la revolución francesa, recién a mediados del siglo XIX, con la obra de Giuseppe Mazzini, comenzó una reflexión formal sobre la nación como  ¨fundamento natural de la organización del poder político¨[34]. Siguiendo a Benedict Anderson, ¨nación¨ es ¨una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana¨ . Imaginada, porque la mayoría de sus miembros nunca se conocerán entre sí, pero tienen en su imaginario colectivo la idea de su correspondencia. Es limitada porque, independientemente del número de habitantes que la puebla, tiene fronteras determinadas, aunque flexibles. Finalmente la nación se imagina como comunidad soberana[35]. En la primera mitad del siglo XIX existía en el imaginario colectivo la idea de correspondencia, de lazos comunes y de un destino también común;  se pensaba la nación como despositaria de la soberanía, pero las fronteras estaban en conformación, todavía no estaban definidas.

Constituir una nación supone raíces culturales comunes, comunidad religiosa, lengua y costumbres comunes, todo con personalidad colectiva que consolida los vínculos para la conformación del poder político. Esto conlleva a la configuración de un sentimiento de pertenencia nacional, vigente en el imaginario colectivo, y que  implica una situación de poder por su fuerte carga ideológica.

En el concepto de ¨nación¨ encontramos elementos ideales y materiales. Los elementos ideales son los ya referidos a la transmisión de símbolos, valores y sentimientos de pertenencia a una comunidad que va conformando su carácter común a través de las tradiciones, etnias, lenguas, costumbres, etc. Los elementos materiales están enlazados con el desarrollo de intereses económicos, la conformación de un mercado propio y de burguesías nacionales[36].

Sin embargo, la categoría de ¨nación¨ que privó en los primeros años del período independiente respondía a la concepción racionalista y contractualista de la Ilustración. Esto lo observamos en la Gazeta de Buenos Aires, que en 1815 publicaba: ¨Una nación no es más que la reunión de muchos Pueblos y Provincias sujetas a un mismo gobierno central y a unas mismas leyes...¨[37] Es decir, un conjunto de personas, representadas por los órganos de gobiernos de las ciudades o pueblos y de las provincias.

Con respecto al término ¨estado¨, encontramos distintas definiciones dentro del pensamiento clásico social contemporáneo. Para Emilio Durkheim  ¨es un órgano especial encargado de elaborar ciertas manifestaciones que tienen valor para la comunidadad¨. Para Max Weber, el estado racional surge como asociación de dominio institucional con el monopolio del poder legítimo. Según el pensamiento de Carlos Marx, el ¨estado¨ puede ser considerado como ¨la sociedad en acción¨, de allí la identificación de la función social del estado para asegurar la convivencia y la cooperación entre los hombres[38].

De acuerdo con Hall e Ikenberry el Estado  incluye tres elementos: 1º) Está constituido por un conjunto de instituciones formalizadas por el propio personal del Estado, y controla los medios de violencia y coerción; 2º) Dichas instituciones se encuentran dentro de un territorio delimitado, al que se denomina sociedad y 3º) El Estado tiende a crear una cultura política común en la que están involucrados todos los ciudadanos[39].

La conformación del ¨estado¨ tiene que ver con un proceso de configuración social. No se constituye de un día para otro, sino que atraviesa un proceso constitutivo de larga duración, no coyuntural. En esa evolución el estado nacional garantiza la conformación de la etapa política que articula la dominación en la sociedad y se materializa a través de instituciones que permiten su ejercicio. Para Oscar Oszlack la estatidad supone  conseguir por parte del Estado las siguientes propiedades: 1º) Capacidad de externalizar su poder para ser reconocido por otros Estados como entidad soberana; 2º) Capacidad de institucionalizar su autoridad, para alcanzar, según la concepción weberiana, el monopolio de la coerción; 3º) Capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de instituciones públicas a cargo de funcionarios profesionalizados;  4º) Capacidad de internalizar una identidad colectiva, a través de la emisión de símbolos que generan sentimientos de pertenencia y que a su vez permiten el control ideológico como dispositivo de dominación[40]. El ¨estado¨ se constituye así en un actor social diferenciado, representa la autoridad suprema, pretende asumir el interés general de la sociedad y aparece como una arena de negociación y conflicto[41].

Según Heller  no toda actividad del ¨estado¨ es actividad política, aunque la política y el Estado se encuentran fuertemente conectados. Por otra parte el Estado se diferencia de toda forma de poder político, ya que tiene a su disposición el orden jurídico establecido y consolidado por órganos estatales[42]. El Estado se encuentra así por encima de todas las demás unidades de poder. Su poder es legal, es decir, está jurídicamente organizado.

Las nociones de ¨estado¨ en la época en que le tocó actuar a José de San Martín, según la bibliografía que se manejaba por entonces en la universidad de Buenos Aires - además del texto de Sáenz ya citado -, igualaban, como dijimos, los conceptos de ¨nación¨ y ¨estado¨. El ¨Derecho de Gentes...¨ de Emer de Vattel, autor francés de mediados del siglo XVIII que se leía en Buenos  Aires hasta la década del veinte del siglo XIX decía: ¨Las naciones o Estados, son cuerpos políticos, de sociedades de hombres reunidos para procurar su salud y su adelantamiento¨[43]. Existía una correspondencia entre ambos términos. Tanto la ¨nación¨ como el ¨estado¨ tenían como objetivo el mejoramiento de la población o, en lenguaje sanmartiniano, alcanzar ¨la felicidad de los pueblos¨.

Definidos muy genéricamente los conceptos de ¨nación¨ y ¨estado¨, pasaremos a estudiar las categorías históricas y analíticas de ambos términos, según el vocabulario político de José de San Martín. En el período en que le tocó actuar, las naciones americanas estaban en formación, los límites territoriales no eran definidos, y los sentimientos de pertenencia nacional estaban en un proceso de conformación, entremezclándose con los sentimientos de identidades locales, provinciales y de ciudades.

San Martín era consciente que la identidad nacional estaba configurándose, pero, insistía en la necesidad de su consolidación para poder ocupar un lugar relevante en el concierto de las naciones del mundo: ¨Los americanos o Provincias Unidas, no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando de fierro español y pertenecer a una Nación¨, frase ya citada pero que ilustra su propósito de constituir una nación independiente.

La nación podía ser pensada a veces por San Martín como la población, los habitantes de una región, de una ciudad: ¨Mi pensamiento ha sido dejar puestas las bases sobre que deben edificar los que sean llamados al sublime destino de hacer felices a los pueblos. Me he encargado de toda la autoridad, para responder de ella la nación entera¨[44]. Concebía a los ¨pueblos¨ como provincias o ciudades; su conjunto constituía la nación. Ésta podía ser pensada como un territorio con límites en proceso de construcción, producto de la conformación de nuevas naciones pertenecientes con anterioridad a un tronco común. Así, en 1918, consideraba a las Provincia Unidas y a Chile como naciones colindantes al virreinato del Perú[45].

En ocasiones, los conceptos se entremezclan y resultan difíciles categorizarlos: ¨Yo pudiera haber dispuesto - decía en un decreto como Protector del Perú de fecha 3 de agosto de 1821 – que electores nombrados por los ciudadanos de los departamentos libres designasen la persona que había de gobernar, hasta la reunión de los representantes de la Nación Peruana: mas como por una parte la simultánea y repetida invitación de gran número de personas de elevado carácter y decidido  influjo en esta capital para que presidiese a la Administración del Estado me aseguraba un nombramiento popular; y por otra había obtenido ya el asentimiento de los pueblos que estaban bajo la protección del ejército libertador, he juzgado más decoroso y conveniente el seguir esta conducta franca y leal, que debe tranquilizar a los ciudadanos celosos de su libertad¨[46]. En este párrafo podemos diferenciar los conceptos de ¨pueblos¨ y ¨ciudadano¨, cuando se refiere al conjunto de la población y a los vecinos caracterizados con derecho a voto, respectivamente. Con referencia al concepto de  ¨nación¨, le adjudica un sentimiento de pertenencia colectivo, mientras que con ¨estado¨,  alude al ejercicio del poder político, de la administración.

También equiparaba el concepto de ¨nación¨ al de ¨estado¨ cuando hacía referencia a la necesidad de firmar convenios de nación a nación en 1818, o cuando en 1821 proponía que fuesen al Perú dos diputados por el Estado de Chile, quienes unidos con los del Perú, influirían en la felicidad futura de ambos Estados. Categorizaba de igual modo cuando mencionaba la conformación de la escuadra del Estado chileno; las fuerzas del Estado, haciendo referencia al ejército; los recursos de los Estados; los territorios ocupados por fuerzas enemigas que pertenecían a un Estado; las convulsiones de los Estados, etc.

Por entonces, desde territorio peruano, auguraba al cabildo porteño ¨un porvenir funesto a la causa de la humanidad si las Provincias del Río de la Plata no se vinculan con los lazos de la sociabilidad, que las hizo temibles de nuestros enemigos y dio tantas glorias a sus beneméritos hijos; si un Poder central no preside a las grandes deliberaciones de este Estado (...) Yo interpreto el celo de esa ilustre Corporación para que desaparezca la lucha fratricida y contribuya con los pueblos hermanos a dar a la Nación el grado de esplendor y consistencia que lo atraiga al respeto y consideración de Europa¨[47]. Aquí asignaba al ¨estado¨ una función social, de unir a la comunidad, aunque lo equiparaba, nuevamente, a la ¨nación¨. San Martín estaba convencido que sin la unidad no podía conformarse la nacionalidad, y para ello otorgaba un papel destacado a las autoridades, en este caso al cabildo. Para alcanzar la categoría de ¨estado¨, era imprescindible el reconocimiento de otros estados, en especial de los modernos estados europeos.

En carta a Ramón Castilla del 11 de setiembre de 1848 utilizaba nuevamente  el término ¨estado¨ como sinónimo de ¨nación¨: ¨El segundo punto, decía, fue el de mirar a todos los estados americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos interesados todos en un santo y mismo fin¨. Y más adelante: ¨Por otra parte, la oposición al gobierno se servía de mi nombre, y sin mi conocimiento, ni aprobación manifestaba en sus periódicos, que yo era el sólo hombre capaz de organizar el Estado y reunir las provincias, que se hallaban en disidencia con la capital¨[48]. El problema al que se había enfrentado permanentemente y del que estaba obsesionado, era el de constitución de la nación, conformada por la unión de las distintas ciudades y provincias que, por desavenencias internas no podían organizarse definitivamente como nación independiente. San Martín se preocupaba por la disgregación de las naciones americanas, que les restaba esplendor y consistencia, necesarias para atraer el respeto de los estados europeos.

En otras ocasiones, hacía referencia explícita al poder político, asignándole la categoría de ¨estado¨, cuando hablaba del Director del Estado, de los almacenes del Estado, las finanzas del Estado; las rentas generales de todo Estado; la administración del poder directivo del Estado, etc. En estos casos, el ¨estado¨, representaba la autoridad suprema, la institución pública por antonomasia.

Ya en Europa, con una visión más global y actualizada por la lectura de escritores políticos contemporáneos y periódicos de los principales países europeos, San Martín diferenciaba con mayor claridad que sus propios compatriotas los conceptos de ¨nación¨ y ¨estado¨, adjudicando a este último el sentido de autoridad superior que representaba la potestad general, otorgándole el poder político y el poder de coerción. De allí que mencionase insistentemente la existencia en América de Estados débiles y naciones poco cohesionadas, o hiciese alusión a quienes querían ¨vivir a costa del Estado¨.

Con referencia a esta última expresión, la utilizó  en varias oportunidades. En 1834 escribía a Guido: ¨El foco de las revoluciones, no sólo en Buenos Aires, sino de las provincias, ha salido de esa Capital: en ella se encuentra la crema de la anarquía, de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más que de trastornos, porque no han tenido nada que perder, todo lo esperan ganar en el desorden; porque el lujo excesivo, multiplicando las necesidades, se procura satisfacer sin reparar en los medios; ahí es en donde un gran número quiere vivir del Estado y no trabajar, etc... ¨[49] Le preocupaba la actitud de quienes querían usufructuar en provecho propio los cargos estatales, opuesta a su inclinación de renunciamiento de las ventajas materiales que le podían haber proporcionado su obra de libertador o sus funciones públicas.

En carta a Miller, de 1.841 escribía: ¨Nada me sorprende el que Ud. haya sido borrado de la lista militar del Perú: desgraciadamente los nuevos Estados de la América no saben apreciar los hombres que como Ud. han derramado su sangre por su independencia y libertad, sin mezclarse en sus disensiones, y sólo obedeciendo a la autoridad constituida por la ley (...) pero consuélese mi buen amigo con la idea, que todos los hombres de bien de los estados de Sudamérica sabrán valorar la noble y brava conducta del general Miller¨[50]. En el primer caso podría hacer alusión a la concepción moderna de ¨estado¨, refiriéndose a la autoridad suprema, no así en el segundo en donde identifica ¨estado¨ con ¨nación¨, al hacer referencia a los pueblos de las nuevas naciones.

A modo de conclusión

Los numerosos escritos del General San Martín, que constituyen en conjunto una verdadera autobiografía, son una fuente incalculable de estudio de su vida, obra y pensamiento. Abordar la temática de las identidades históricas y analíticas contenidas en ellos constituye un desafío, especialmente si tratamos de no caer en el anacronismo de interpretar sus palabras según su significado actual. Esta forma de abordaje de los textos históricos no es una invención de la nueva historiografía, sino que fue advertido por los propios protagonistas de la época estudiada. Ignacio Gorriti en 1836, refiriéndose a la teología moral en su obra ¨Reflexiones...¨, avisaba del peligro que significaba citar una autoridad antigua y concluir de ella una incoherencia, cuando se pretendía dar a las palabras  un sentido no asignado por el autor[51].

Lenguaje y pensamiento son dos entidades íntimamente unidas y, según el postulado saussuriano, debemos realizar un corte horizontal y sincrónico para colocar a las palabras dentro de la estructura de la época, y, a través de la lingüística dicacrónica, estudiar le evolución de la lengua, su transformación sucesiva. Si bien muchas de sus posiciones científicas positivistas han sido superadas, su enfoque nos permite abordar el estudio del lenguaje como sistema de expresiones convencionales usado por una comunidad. El análisis del discurso de José de San Martín brinda un amplio campo de investigación, del que sólo fueron elegidas algunas palabras de su vocabulario político  para categorizarlas y estudiarlas, aclarando que quedan otras pendientes, tales como ¨patria¨, ¨ciudadano¨, ¨paisano¨, ¨federación¨ o ¨república¨, tan ricas como las aquí analizadas.

El argumento de Spencer según el cual el cambio social sustenta la necesidad de nuevas identidades, se corresponde perfectamente con los cambios políticos de la etapa independentista que trajeron aparejados innovaciones en la sociedad y nuevas formas de identidad política. El establecimiento en sociedades tradicionales como las americanas de instituciones, prácticas e imaginarios modernos, llevó a la conformación de nuevas identidades que fueron conformándose a lo largo de los años hasta adquirir hoy su forma actual.

El sentimiento de pertenencia a una sociedad humana es una cuestión de contexto y de época, de allí que privilegiar una identidad sobre otra varía también según el contexto y la época estudiada. Si bien el concepto de identidad comenzó a utilizarse a partir de la década del sesenta del siglo XX, su estudio y análisis dentro del vocabulario político de San Martín nos permite descubrir nuevas facetas de su pensamiento.

Pese a que las identidades son diversas y variadas,  y los actores no pueden distinguirlas como tales separadamente sino que las experimentan en forma múltiple y combinada, resulta  interesante y clarificador estudiarlas dentro del contexto histórico y de la movilidad de una época de crisis como la analizada,  en la que se gestaron importantes cambios estructurales, y en la que José de San Martín jugó un papel preponderante.

Publicado en Anales de la Academia Sanmartiniana Nº17 (Pág. 129 a148); Instituto Nacional Sanmartiniano; Buenos Aires.
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[1] Foucault, Michel; La arqueología del saber; Siglo XXI; México, 1969. Introducción.
[2] Hobsbawm, Eric; ¨La izquierda y la política identitaria¨, en Apuntes de investigación; CECYP; Nº 2/3; Buenos Aires, 1998. Pág. 7 a 9.
[3] Instituto Nacional Sanmartiniano; Documentos para la historia del Libertador General San Martín; Tomo VII; Pág. 181. Oficio del General San Martín al virrey del Perú Joaquín de la Pezuela, después de la batalla de Maipú, Santiago de Chile, 11 de abril de 1818.
[4] Chiaramonte, José Carlos; Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la Nación Argentina (1800 – 1846; Ariel; Buenos Aires, 1997; Pág. 73.
[5] Pérez, René; San Martín en la teoría y la historia de las instituciones políticas; Buenos Aires, 1.989. Pág.73.
[6] Ibarguren, Carlos; San Martín íntimo, el hombre en su lucha; Peuser; Buenos Aires. Pág. 268.
[7] Instituto Nacional Sanmartiniano; Documentos para la historia del Libertador General San Martín; Tomo IX; Buenos aires, 1.970; Pág. 139. Carta de San Martín a Joaquín de la Pezuela del 10 de noviembre de 1.818.
[8] Ortega, Exequiel; José de San Martín, doctrina, ideas, carácter y genio; La Facultad; Buenos Aires, 1.950; Pág.221.
[9] Pérez, René; San Martín en la teoría..., citado; Pág. 85.
[10] Instituto Nacional Sanmartiniano; Documentos para la historia del Libertador General San Martín; Tomo XII; Buenos aires, 1974.Pág. 16; Carta de San Martín a José de Artigas, Mendoza, 13 de marzo de 1819.
[11] San Martín, Su correspondencia (1823 – 1850); Asandri. Córdoba. Pág. 147; Carta a Juan Manuel de Rosas, fechada en Grand Bourg, el 10 de julio de 1839.
[12] Siri, Eros Nicolás; San Martín los unitarios y federales; Peña Lillo, Buenos Aires, 1965. Pág. 76.
[13] Ramallo, Jorge María; San Martín, las logias, la revolución social y su amor por Buenos Aires. Fundación Nuestra Historia; Buenos Aires, 1998. Pág.91 y 92.
[14] San Martín, su correspondencia..., citada; Pág. 236.
[15] Guerra, Francois – Xavier; Modernidad e independencia; F.C.E., México, 1993. Pág. 352.
[16] Instituto Nacional Sanmartiniano; Documentos para la historia del Libertador General San Martín;  Tomo VII; Pág. 523. Manifiesto de  San Martín como general en Jefe de los Ejércitos Unidos; Buenos Aires, 25 de junio de 1818.
[17] Ibídem, Pág. 525.
[18] Más, José; San Martín el austero; La Obra; Buenos Aires, 1950. Pág.278.
[19] Ibídem; Pág. 346.
[20] Instituto Nacional Sanmartiniano; La conducción política del general San Martín durante el protectorado del Perú. Tomo II; Buenos aires, 1982. Pág.15. Estatuto Provisional dado por el Protector de la libertad del Perú.
[21] Palcos, Alberto; Hechos y glorias del general San Martín, espíritu y trayectoria del Gran Capitán; El Ateneo; Buenos Aires, 1950; Pág. 519.
[22] Pérez, René; San Martín en la teoría..., citado; Pág. 59.
[23] Instituto Nacional Sanmartiniano; La conducción política..., citado; Tomo II; Pág. 4. Oficio de San Martín al Ayuntamiento de Lima; 14 de julio de 1821.
[24] Galván Moreno, C.; Bandos y proclamas del general San Martín, una exposición documental de su heroica gesta libertadora; Claridad; Buenos Aires. Pág. 213.
[25] Lázaro, Orlando; San Martín y Rosas; Tucma; Tucumán. Pág. 48 y 49.
[26] San Martín, su correspondencia..., citado; Pág. 138. Carta a Vicente López; Bruselas, 12 de mayo de 1830.
[27]Ibídem; Pág. 157. Carta a Juan Manuel de Rosas; Boulogne Sur Mer, 2 de noviembre de 1848.
[28] Ibídem; Pág. 81 y 82.
[29] Yaben, Jacinto; Por la gloria del General San Martín; Buenos Aires, 1950; Pág. 442. Carta a Tomás Guido; Bruselas, 6 de enero de 1827.
[30] Levene, Ricardo; El genio político de San Martín; Kraft; Buenos Aires. Pág. 82.
[31] ¨De Gandía, Enrique, San Martín, su pensamiento político; Pleamar; Buenos Aires, 1964; Pág.329.
[32] Chiaramonte, José Carlos; Ciudades, provincias… citado; Pág. 61.
[33] Ibídem, Pág. 511.
[34] Bobbio, Norberto y Matteucci, Nicola; Diccionario de política; Siglo XXI; México, 1986. Pág.1075
[35] Anderson, Benedict; Comunidades imaginadas, reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo; Fondo de Cultura Económica; México, 1991.
[36] Oszlak, Oscar; La formación del estado argentino; Ed. de Belgrano; Buenos Aires, 1982. Pág. 16.
[37] Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias..., citado; Pág. 116.
[38] Portantiero, Juan Carlos y De Ipola, Emilio; Estado y sociedad en el pensamiento clásico, antología conceptual para el análisis comparado¨; Cántaro; Buenos Aires.
[39] Hall, John e Ikenberry, John; El estado; Alianza; Madrid. Pág. 10 y 11.
[40] Ibídem; Pág. 14 y 15.
[41] Ibídem. Pág. 19.
[42] Heller, Hermann; Teoría del Estado; Fondo de Cultura Económica; México, 1992. Pág.222 y 223.
[43] Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias..., citado; Pág. 118.
[44] Galván Moreno, C.; Bandos y proclamas... citados; Pág. 214. Bando del 8 de octubre de 1821.
[45] Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos..., citado. Tomo VIII. Pág. 182.
[46] Instituto Nacional Sanmartiniano; La conducción política..., citado, Tomo I; Pág. 31.
[47] Levene, Ricardo; El genio..., citado; Pág. 179.
[48] Ramallo, Jorge María; San Martín..., citado; Pág.92.
[49] Siri, Eros Nicolás; San Martín..., citado; Pág.83.
[50] Yaben, Jacinto; Por la gloria..., citado; Pág. 363.
[51] Chiaramonte, José Carlos; Ciudades, provincias...; Citado; Pág. 113.

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