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lunes, 21 de febrero de 2011

LA NUEVA HISTORIA









Por María Mercedes Tenti


Lo primordial en el oficio del historiador es la necesidad cada vez más acuciante, de ayudar a construir la memoria, frente a las aceleradas transformaciones que sufre la humanidad. Todos somos conscientes de que ya no basta con ir a los archivos oficiales en busca de datos para escribir lo acontecido; allí se resguarda sólo una ínfima parte de lo sucedido.
El universo del historiador se ha expandido vertiginosamente. La historia nacional, predominante en el siglo XIX, ha de competir ahora con la historia mundial y la local. La historia social se independizó de la económica para acabar fragmentándose en demografía histórica, historia del trabajo, historia rural, historia urbana, etc. La historia económica no sólo alcanzó perfiles propios sino que se desdibujan las fronteras entre historia económica y administrativa, por ejemplo.
La historia política también se ha modificado. Los historiadores ya no están interesado solamente en los centros de gobierno, sino que les preocupa también la política de los hombres y las mujeres de la calle.
La expresión ¨nueva historia¨ surgió en Francia por el nombre de una colección de ensayos dirigida por Jacques Le Goff, emparentada con la escuela de los Annales. La nueva historia es una historia escrita como reacción al paradigma tradicional, según el concepto de Thomas Kuhn, es decir en contra de la escuela rankeana, concebida por el historiador alemán Leopoldo von Ranke en el siglo XIX.
Según el paradigma tradicional el objeto de la historia es la política, en particular el Estado nacional e internacional. Los historiadores piensan la historia como una narración de acontecimientos, con una mirada desde arriba, centrada en las grandes hazañas de los grandes hombres. Para este paradigma la historia debe basarse en documentos, especialmente en los oficiales procedentes de los gobiernos y conservados en archivos. Para interpretar los principales hechos hay que centrarse en acciones individuales. Un ejemplo claro de ello es la explicación de Collingwood cuando afirmaba : ¨cuando un historiador preguna ¿Por qué Bruto apuñaló a César?, quiere decir ¿En qué pensaba Bruto para decidirse a apuñalar a César?¨ Y finalmente de acuerdo con el paradigma tradicional la historia es objetiva. La tarea del historiador es ofrecer al lector los hechos, ¨como ocurrieron realmente¨.
En contrapartida a estos postulados, la nueva historia se interesa por cualquier actividad humana, ¨todo tiene una historia¨, de ahí la ¨historia total¨ tan cara a la escuela de los Annales. Como consecuencia, en los últimos treinta años los historiadores han comenzado a preocuparse por temas como la niñez, la muerte, la locura, el clima, los gustos, la suciedad y la limpieza, la feminidad, el habla y hasta el silencio. Aquello que se consideraba inmutable, se ve ahora como una ¨construcción cultural¨ sometida a variaciones en el tiempo y en el espacio. El fundamento filosófico de la nueva historia es la idea de que la realidad está social o culturalmente construida.
La nueva historia se desinteresa por la historia de los acontecimientos, se dedica más al análisis de estructuras, como Fernand Braudel en su obra El Mediterráneo, lo que verdaderamente importa son los cambios económicos y sociales a largo plazo. También interesa la ¨historia desde abajo¨, es decir, construida por las opiniones de la gente corriente y su experiencia en el cambio social. Así cobra cada vez más importancia la historia de la cultura popular, de las mentalidades colectivas, etc.
Con respecto a las fuentes, a la nueva Historia le resultan insuficientes los registros oficiales, de allí que recurra a otro tipo de fuentes como las orales o las estadísticas, a la par que se interesa tanto por las acciones individuales como por los movimientos colectivos. Finalmente respecto a la objetividad de la historiografía positivista, se enfrenta el relativismo cultural que se aplica, obviamente, tanto a la historiografía misma como a los que se denominan sus objetos (su objeto de estudio). Percibimos el mundo sólo a través de una red de convenciones, esquemas y estereotipos que varían de una cultura a otra. Todo esto nos obliga a los historiadores a trabajar interdisciplinariamente, en el sentido de aprender de la antropología social, de la economía, de la crítica literaria, de la psicología social, de la sociología, etc. y a colaborar con quienes trabajan en estas disciplinas.
El movimiento a favor del cambio ha nacido de la convicción de lo inadecuado del paradigma tradicional, por ejemplo la descolonización y los movimientos feministas han tenido un fuerte impacto en la historiografía, y hoy surgen nuevos movimientos como el ecologista, que plantean un nuevo enfoque de la historia. De allí que no es desatinado hablar de la crisis del paradigma historiográfico tradicional. Sin embargo el nuevo paradigma también aborda problemas de fuentes, de método y de exposición, en especial porque los historiadores nos estamos introduciendo en territorios, a veces desconocidos. Por ejemplo: la historia universal ha sido vista por los occidentales del norte, como el estudio de las relaciones entre Occidente y el resto del mundo, ignorando las interacciones entre Asia y África, Asia y Latino América, etc.; o la historia desde abajo fue concebida por la inversión de la historia desde arriba, es decir poniendo la cultura ¨baja¨, en el lugar de la ¨alta¨.
Sin embargo los investigadores han demostrado que el problema va más allá. Por ejemplo, si la cultura popular es la cultura del pueblo, quién es el pueblo. ¿Lo son todos, los pobres, las clases inferiores?, como solía llamarlas Antonio Gramsci; ¿son los analfabetos, las personas sin educación?; ¿la gente corriente carece de educación, o tiene una educación diferente, una cultura distinta a las de las elites? La expresión ¨historia desde abajo¨ va más allá. Por ejemplo: ¿la historia política desde abajo debe tener en cuenta las opiniones de la gente corriente, la política local?; ¿la historia de la iglesia desde abajo, es la vista desde la perspectiva de los laicos sin interesar su rango social?; ¿la historia de la educación desde abajo tendría que olvidarse de los ministros y teóricos de la educación y centrarse desde el punto de vista de los estudiantes?
También la historia de la vida cotidiana, rechazada hasta no hace mucho por insignificante, ha tomado importancia. Surge el interés por abordar el mundo de la vida diaria, en el sentido de mostrar que el comportamiento o valores dados por supuesto en una sociedad se descartan en otra como evidentemente absurdos. Sin dudas el concepto de vida cotidiana varía y tiene muchas acepciones que van desde la vida privada hasta el mundo de la gente común. Por ejemplo los visitantes forasteros advierten en la vida de toda sociedad ritos cotidianos (formas de comer, de saludarse, etc.), que los habitantes locales no logran percibir en absoluto como rituales. El reto planteado al historiador social es mostrar cómo el relacionar la vida cotidiana con los grandes sucesos (como la revolución francesa, o las guerras de la independencia argentina), o con tendencias a largo plazo (como el nacimiento del capitalismo, la conformación del populismo latinoamericano), forma parte de la historia. El sociólogo Max Weber acuñó el término ¨rutinización¨ ( o podría ser cotidianización). De allí, que uno de los focos de atención de los historiadores sociales podría ser el proceso de interacción entre acontecimientos y tendencias de gran importancia por un lado, y estructuras de la vida cotidiana por otro.
Los mayores problemas de los nuevos historiadores son las fuentes y los métodos. Para complementar los documentos oficiales se debe releerlos de una manera nueva, recurrir a otras fuentes como la historia oral, apelar a los registros judiciales por ejemplo para rescatar aspectos de la cultura popular en los interrogatorios de sospechosos. Sin embargo, estos nuevos métodos también tienen sus dificultades ya que se trata de reconstruir las ideas ordinarias partiendo de sucesos que fueron extraordinarios para sus protagonistas (como un crimen, por ejemplo), es por lo tanto necesario leer los documentos entre líneas.
Es justo admitir que investigar a los socialmente invisibles como las mujeres trabajadoras, los ancianos, los indigentes, o escuchar a quienes no se expresan (la mayoría silenciosa, los muertos), es algo que implica riesgos, pero que son necesarios correrlos en pro de la historia total. Además de la historia oral se puede recurrir a registros audiovisuales (fotografías, videos, cine, etc.), que también ponen en el tape el tema de la objetivación o no de la realidad a través de estos medios. Los fotógrafos, como los historiadores, no ofrecen un reflejo de la realidad sino representaciones de la misma.
El territorio tradicional de los arqueólogos es la cultura material de épocas carentes de documentos escritos. Sin embargo en la actualidad han dejado el campo de la prehistoria y han comenzado a estudiar la Edad Media, la primera revolución industrial, y hasta la sociedad de consumo. Los historiadores comenzamos también a prestar más atención en los objetos físicos. Algo similar sucede con las fuentes literarias.
Una de las más importantes innovaciones metodológicas es la aplicación de los métodos cuantitativos a la historia, denominados a veces satíricamente Cliometría, es decir las medidas de la diosa de la historia. Este enfoque es muy aceptado por los historiadores de la economía y los demógrafos históricos. También se puede aplicar en la historia política, por ejemplo teniendo en cuenta la cantidad de votos en las elecciones, o en la ¨historia serial¨, nacida en Francia y denominada así porque sus datos se disponen en series cronológicas (por ejemplo estudio de los precios, de la población, etc.). La estadística, ayudada por ordenadores, permite realizar infinidad de estudios desde otra óptica, como la historia de la Inquisición explorada desde métodos cuantitativos con ¨bancos de datos¨, etc.
Todo lo expuesto lleva a repensar la explicación de la historia, ya que las tendencias culturales y sociales no pueden analizarse de la misma forma que los acontecimientos políticos. Hasta no hace muchos los historiadores de la economía y de la sociedad se sentían atraídos por modelos de explicación histórica más o menos deterministas. Hoy, historiadores como Giovanni Levi delinean modelos desde la micro historia y hacen hincapié en la libertad de elección de la gente corriente, en sus estrategias, etc.
Otra perspectiva de análisis es la psicología histórica, o psicología colectiva, que es de importancia para vincular las explicaciones sobre lo individual y lo colectivo, o lo consciente y lo inconsciente. Al intentar evitar la hipótesis de que las personas del pasado pensaban y sentían lo mismo que nosotros, existe el peligro de caer en el extremo contrario de ¨desfamiliarizar¨ tanto el pasado, que resulte ininteligible. Una posible forma de eludir esta dificultad es utilizar la noción de ¨hábito¨ de un determinado grupo social expuesta por el sociólogo Pierre Bourdieu. A diferencia del concepto de ¨regla,¨, el hábito posee la ventaja de permitir a quien lo utiliza reconocer el ámbito de la libertad individual dentro de ciertos límites impuestos por la cultura.
Aunque la expansión del campo de los historiadores y el diálogo con otras disciplinas es bien recibido, se corre el riesgo de la fragmentación de la historia. Así por ejemplo los historiadores de la economía pueden hablar en el lenguaje de los economistas y los historiadores sociales en el de la sociología, pero a veces resulta difícil a los historiadores hablar entre sí. Por ello hay que tratar de buscar la síntesis, el centro. Así los historiadores de la cultura popular se interesan por analizar las relaciones entre lo alto y lo bajo, o los historiadores de las mujeres extienden su interés en las relaciones de los sexos en general.
Quizás lo más importante sea la eliminación final de la vieja oposición entre historiadores políticos y no políticos, o historiadores del pasado o historiadores del tiempo presente. De pronto descubrimos un interés por el componente social en la política y por los elementos políticos en la sociedad, ambos con implicancia hasta el presente. También sociedad y cultura se consideran ahora terreno de juego de las tomas de decisión, y los historiadores debaten temas como la política de la familia, la política del lenguaje, etc.
Todavía estamos lejos de la ¨historia total¨ preconizada por Braudel, pero creo que estamos en la búsqueda de conseguirla.

6 comentarios:

  1. Excelente artículo, María Mercedes. Especialmente para acabar con la creencia de que basta que una investigación tenga "muchos datos y documentos" para que sea una investigación histórica. Gracias por sus aportes.

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  2. Me parece muy interesante el artículo. Tengo una pregunta. Hace tiempo recuerdo haber leído una especie de divertimento en la que algún autor (no recuerdo el nombre)intentaba dar una explicación de corte "naturalista" al asesinato de Julio César. (Algo así como: un conjunto de hombres X se aproximó al cuerpo Y, el cual responde al nombre de "Julio César", y procedieron a introducir cuerpos de propiedades W y Z en el susodicho, quien comenzó a expulsar sangre...." La idea era demostrar que la narración histórica era incompatible con las formas expresivas y los supuestos epistemológicos de la ciencia natural... ¿De casualidad sabrá usted de quién es ese texto? Gracias.

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  3. Muy buen artículo, el cambio se puede observar lentamente en las jornadas de historias que se realizan por el país, donde la importancia se centra el las cuestiones sociales y la participación de la gente dentro de determinadas estructuras económicas o políticas. Gracias por aportar a nuestra formación.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Muy buen artículo, una nueva forma de escribir y entender la historia.

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