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lunes, 13 de julio de 2020

Nacimiento de la Cruz Roja en Santiago del Estero

Por María Mercedes Tenti 
Dra. en Ciencias Sociales, Historiadora, docente, investigadora
EL LIBERALOpinión#ESPECIAL
09/05/2020 

       La Cruz Roja, fundada en Ginebra por Henri Dunant en 1863, en tiempos de guerra, a partir del siglo XX comenzó a plantearse el trabajo también en tiempos de paz. Así nació en 1919 la Liga de Sociedades de la Cruz Roja, sentando sus cinco principios fundamentales que la rigen hasta la actualidad: Humanidad, Imparcialidad, Carácter Voluntario, Unidad y Universalidad.
     La Cruz Roja Argentina, creada en 1880 en ocasión de las guerras civiles, en 1919 fue una de las primeras en adherirse a la Liga Internacional. En Santiago del Estero, el primer antecedente de creación de la Cruz Roja data de 1886, en ocasión de la epidemia de cólera, pero pasada ella dejó de funcionar. En la segunda década del siglo XX, a pesar de algunos avances con propuestas higienistas, la salud pública y la asistencia social eran reducidas. Siguiendo el impulso internacional y nacional, un grupo de notables se reunió el 12 de mayo de 1920 para dejar constituido el subcomité local de la Cruz Roja Argentina, solicitando la aprobación del Comité Central.
      La primera Junta Ejecutiva quedó constituida por: presidente: Dr. Estergido de la Vega; vicepresidente: Dr. Antenor Álvarez; tesorero: Ramón Carrillo; Contador: Gregorio Riso Patrón; director de Almacenes: Donato Tarchini; secretario: Dr. Alfredo Degano. Firmaron también el acta otras personalidades como Francisco López Bustos, Manuel Gómez Carrillo, Carlos Jensen, Bernardo Canal Feijóo y Carmen Margarita Fernández Jensen.
     De esta forma se iniciaba el accionar de la Cruz Roja en Santiago del Estero, institución que, poco a poco, logró insertarse en la comunidad para prestar ayuda humanitaria en todos los rincones de la provincia, no solamente en casos de enfermedades, sino también de sequías, inundaciones y asistencia social, proyectando su accionar más allá del ámbito provincial y socorriendo también a provincias hermanas.
     El primer año no fue fácil ya que varios miembros renunciaron, entre ellos el presidente, por lo que asumió el mando Antenor Álvarez, quien rigió los destinos de la nueva institución por muchos años. Al principio las reuniones eran esporádicas pero las inundaciones de 1920-1921 activaron su participación, logrando la integración de nuevos socios y socias que trabajaban desinteresadamente, con el apoyo de la Cruz Roja central, más el aporte estatal y suscripciones privadas. Su ayuda trascendía las fronteras provinciales para volcarse hacia distintos lugares que lo requerían, como Mendoza, La Rioja, Salta y San Juan, en ocasión de terremotos que asolaron zonas cordilleranas.
     En la sequía que arrasó la provincia en 1937, la filial local tuvo una actuación destacada a través de una colecta pública que le permitió donar víveres y ropas en todos los departamentos, con el apoyo de hombres y mujeres del lugar, funcionarios, sacerdotes y docentes y aportantes de todos los ámbitos y jurisdicciones, más la colaboración permanente de la Cruz Roja Central.
       Entre sus creaciones más destacadas se encuentran la Escuela de Samaritanas (un año de estudio) y de Enfermeras (dos años), desde 1922, el Instituto Maternal, consultorios de niños, oftalmológico y de garganta, nariz y oído. La Liga contra el Tracoma, presidida por el Dr. Rodolfo Olle, emprendió por primera vez a partir de 1928 la lucha contra esa enfermedad que asolaba la provincia, estableciendo curatorios provisorios en las principales escuelas, en las que enfermeras-visitadoras concurrían provistas de botiquín portátil para curaciones.
       El edificio en donde funciona actualmente, en Jujuy y Absalón Rojas, fue comenzado a construir en 1939 y habilitado por partes en 1946, hasta que pudo concluirse finalmente la obra, años después.

       En sus dependencias funciona actualmente la escuela de enfermeras, consultorios de detección de HIV, vacunatorio, cursos de primeros auxilios, el Triage, que clasifica las urgencias de acuerdo a la gravedad del paciente, el programa “Aquí estoy” de la Ucse, con asistencia psicológica y el Foro de Infancia Robada. 

RESEÑA 

Margarita Fantoni. Modernización urbana en el Centenario. Ciudad e identidad en Santiago del Estero, Editorial Bellas Alas, 2017, 234 páginas. 

María Mercedes Tenti

       El siglo XX fue, en cierta manera, el siglo de la urbanización. Es a partir de él, que la mayor parte de la población mundial comenzó a vivir en centros urbanos, fenómeno al que no fue ajeno Santiago del Estero. Esta ruptura tiene que ver con el cambio de actividades económicas, centradas hasta ese momento, fundamentalmente en las actividades agrícolas-ganaderas y orientadas, a partir de entonces, hacia otras actividades relacionadas con la formación del Estado provincial, su centralización en la capital de Santiago del Estero, la activación de oficinas propias de la burocracia en formación y de mayores actividades comerciales que todo ese entorno demandaba. A ello debemos sumar la llegada del ferrocarril y de inmigrantes provenientes de países europeos y asiáticos quienes, aunque en un número inferior al de otras ciudades, incidieron en el desarrollo urbano con nuevos trabajos y profesiones que éste requería. La Historia y las ciencias sociales no permanecieron ajenas al estudio del fenómeno que traía aparejado los procesos de urbanización, con nuevas formas de organización social y, en particular, en la antigua ciudad santiagueña, con la presencia de un nuevo actor social de la mano de la élite gobernante, que se integró a un tipo de burguesía local, con ansias de mayor visibillización en el medio.                                                           
      El objetivo del libro que hoy presentamos, Modernización urbana en el centenario. Ciudad e identidad en Santiago del Estero, es registrar algunas de las manifestaciones propias del proceso de modernización tardío que se dio en la ciudad más antigua del país, de la mano de la élite dirigente que encabezaba los gobiernos conservadores-ligados por fuertes lazos familiares- y que ejercieron su papel hegemónico en la provincia entre 1880 y 1916. El proceso de urbanización del espacio capitalino es preocupación de Margarita Fantoni, desde sus inicios con Abasalón Rojas en la década del 80’ decimonónica hasta su culminación en los fastos del centenario de la revolución de mayo. Quizás la llegada tardía del ferrocarril a la provincia y la minoritaria afluencia de inmigrantes, con relación a las zonas portuarias, incidieron en este proceso también tardío. Probablemente, también influyeron en las disputas interélites por ocupar un espacio – por cierto reducido- en la arena de conflicto, consecuencia de sus escasos recursos simbólicos y económicos para relacionarse, más estrechamente, con las élites nacionales que concentraban el poder. Interesa a la autora los usos políticos a los que apeló el grupo dirigente en el centenario, como ejes centrales de su análisis en la construcción de la identidad urbana, en los que igualmente jugaron un rol clave la escuela y la Iglesia. 

      La primera, en una provincia con los mayores índices de analfabetismo del país, tuvo un papel destacado para tratar de erigirla en símbolo del progreso que se esperaba impulsar a través de la educación y como instrumento de disciplinamiento y control social puesto en práctica en los rituales desplegados en actos patrios y marchas alegóricas. La Iglesia también se transformó en actor principal, coincidente con la llegada del primer obispo de la diócesis santiagueña, recientemente creada, para los faustos del centenario. Y, finalmente, para coronar las aspiraciones de esta naciente burguesía que necesitaba un escenario propicio para actuar y ser observada y aclamada, se concretó la construcción del emblema del centenario, el teatro 25 de Mayo. La vieja ciudad de Santiago del Estero, que se extendía desordenadamente de norte a sur paralela a la antigua acequia real, que vivía jaqueada por las inundaciones del río, portador del agua indispensable para la vida urbana pero que, a la vez, era una amenaza permanente por los esteros que se transformaban en focos insalubres en el período estival, a lo que debía sumarse la falta de agua corriente y cloacas que agravaban el cuadro de situación sanitaria. 
      Raymond Williams sostiene que las formas de pensar el futuro equivalen a las formas de construirlo. Es decir, que el mismo acto de pensarlo, de plantearlo como problema, es ya un acto de construcción. El futuro se imagina o se ignora pero, en general, se integra al imaginario de toda sociedad. Los dirigentes santiagueños del período de entre siglos expresaban su modelo de futuro, entre otros proyectos no siempre alcanzados –como el proyecto industrial azucarero-, en línea con el pensamiento del avance de la provincia y ciudad rezagada, que perdía población por la falta de oportunidades laborales y por una economía concentranda escencialmente en el obraje; por ello imaginaban una ciudad en un escenario más acorde con la modernidad que iba desarrollándose en otrasurbes de mayor importancia. 
      En la década del 10 del siglo XX, ante las celebraciones anunciadas para el centenario, las propuestas de mejoramiento urbano y saneamiento surgieron en el seno de la élite gobernante como una necesidad imperiosa, aunque demoró en concretarse, señalando como principal avance en el tema el inicio de la conformación del parque Aguirre, en el marco de las corrientes higienistas en boga por entonces. El interés por impulsar la conformación de una identidad colectiva a través de las dos instituciones señeras, la Iglesia y la escuela y su participación en los festejos del centenario comprende la mayor parte del libro de Margarita Fantoni Otro tema que acapara su atención es el del teatro 25 de Mayo, investigación ya abordada por la autora en una obra anterior, pero ampliada para esta ocasión con el contexto socio cultural y el impacto que significó para la época la inauguración del coliseo que, aún hoy, es un emblema de la ciudad. El escenario provincial no era muy propicio por el declive poblacional que la propia autora describe, sin embargo, la burguesía emergente necesitaba un espacio propio como escenario para compartir con sus pares y para ser mirada por los otros. El teatro es el reflejo del momento histórico que se vivía en tiempos del centenario ya que la obra condensaba las ideas de progreso, optimismo y futuro. 
     El libro Modernización urbana en el centenario se enmarca en una nueva concepción historiográfica que coloca a la ciudad en el centro del análisis sobre la conformación de la sociedad. Si bien hubo  estudios previos que reflexionaron sobre la formación de la ciudad de Santiago del Estero, como los de Alen Lascano, Taralli y Delgado y los de Legname y Tasso, este libro es el primero que indaga, en forma más integral el fenómeno de la urbanización, en el marco de las políticas públicas de entonces, de su élite dirigente que pensaba el proyecto como parte de una pensada forma de ‘vivir urbano’, diferenciándose de las otras formas más ligadas a la ruralidad, mayoritaria por entonces. 
       La modernización implicaba generar nuevos escenarios y una nueva forma de vivir acorde a los tiempos. Estas pretensiones del grupo minoritario que detentaba el poder están minuciosamente investigadas y reflejadas en el libro, fruto de una indagación meticulosa en variadas y numerosas fuentes de diferentes procedencia e ilustrado por fotografías y dibujos que ayudan al lector a visibilizar los cambios generados. Su lectura resulta imprescindible para entender el proceso modernizador de la ciudad y el presente que hoy atraviesa. 

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