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lunes, 3 de noviembre de 2014

DESAFÍOS PARA AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XXI

María Mercedes Tenti
La denominación de América Latina, si bien es comprensible desde el punto de vista geográfico, como la región ubicada al sur del río Grande, encierra también categorías relacionadas con la política, con las relaciones internacionales y con la historia, que hacen que vaya más allá de esta conceptualización e incluya un conjuntos de países, ex colonias españolas y portuguesas, aunque también francesas, inglesas y holandesas si abarcamos,  además,  el Caribe.
La primera idea emergente de homogeneización se atomiza si consideramos la diversidad de lenguas, incluyendo a las autóctonas y a los dialectos regionales -a pesar de la preeminencia del idioma español-, heterogeneidad de razas, de escenarios, de paisajes; una pertenencia común y, a la vez, divergencias y tradiciones que separan pero que, paradójicamente, también aglutinan. En esta construcción dialéctica se enuncia esta América Latina del siglo XXI, que emerge en nuevos escenarios globales, buscando posicionarse de otra manera frente a la comunidad de las naciones.
Hacia fines del siglo pasado, el subcontinente se enfrentó  con dos grandes desafíos: por un lado,  poner fin a los gobiernos dictatoriales que violaron sistemáticamente no sólo los derechos ciudadanos, sino y, especialmente, los derechos humanos,  vulnerados y pisoteados tras la concreción de modelos burocráticos autoritarios, basados en el poder pretoriano de la fuerza. La transición democrática no fue tarea sencilla, sino más bien fruto de negociaciones, acuerdos, marchas y contramarchas, además de pedidos y reclamos,  primero de algunos sectores minoritarios y, luego,  producto de movilizaciones sociales y políticas, que demandaban la democratización de la política y también de las relaciones sociales.
De la mano de la transición vino luego la consolidación democrática, afianzando los derechos humanos, fortaleciendo los derechos políticos, con intervenciones periódicas del pueblo elector para convalidar a los gobiernos y sus autoridades a través de elecciones y para participar en referéndums -en algunos casos-  sobre cuestiones de interés particular; todo esto condujo a la involucración más directa de la ciudadanía.  Más allá de los avances en este sentido, en cada país, en el 2010, tanto en la Cumbre de Guyana –en la reunión de la UNASUR- como en la XX° Cumbre Iberoamericana realizada en Mar del Plata, los países latinoamericanos participantes ratificaron la defensa al sistema y a la continuidad democrática y la concreción de medidas colectivas en casos de intentos de violaciones al orden institucional en la región, puesto de manifiesto en acciones concretas como en el caso paraguayo y en el venezolano.
El segundo desafío surge en el plano económico. Las últimas décadas del siglo XX dejaron profundas huellas en la economía de América Latina y el Caribe, como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales -impuestas por el denominado Consenso de Washington- y la intervención directa de los organismos financieros internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) en el diseño de políticas de apertura aduanera y de ingreso irrestricto de capitales y empresas transnacionales, que aceleraron el proceso de desindustrialización. A todo esto debemos agregar los denominados “daños colaterales”, que provocaron desocupación, pobreza y exclusión social, en grado nunca visto hasta entonces en la región, como consecuencia de la aplicación del capitalismo salvaje que trajo aparejado, además,  el endeudamiento de las naciones periféricas y la mayor sujeción a las decisiones del centro.
Hoy se discuten las concepciones de desarrollo desde otras miradas, más cercanas a pensamientos locales o de la mano de teorías  decolonizadoras;  propuestas desarrollistas de la CEPAL, que plantean mayor integración y apertura de la economía al interior de la región y con el resto del mundo-, y otras propuestas más globales que buscan mercados alternativos en países con economías emergentes. El abanico es amplio. Dentro del denominado grupo BRICS -formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-  que constituye el conjunto de países más adelantados entre los Estados con economías emergentes, un país sudamericano, Brasil, ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial, por el marcado crecimiento económico operado en las últimas décadas. Sin embargo, las asimetrías al interior de esos países, subsisten.
 En el plano económico,  la situación de las naciones latinoamericanos no es homogénea, como tampoco lo son los escenarios que se abren en perspectiva futura. Si bien hay intentos por avanzar hacia un sistema comercial internacional más abierto y equilibrado, las desigualdades regionales y al interior de cada país, muestran distintas realidades y diferentes propuestas de soluciones.
El MERCOSUR, unión aduanera pensada en los 80’, entre los países del cono sur de América del Sur, a pesar de la incorporación reciente de Venezuela, todavía constituye una unión imperfecta porque, más allá de las declaraciones conjuntas y algunos avances en el comercio interregional, subsisten tensiones no resueltas al interior de dicho comercio. Tanto Argentina como Brasil, los países inicialmente más desarrollados del Mercosur, no encontraron todavía soluciones factibles para beneficiar a los países de menor desarrollo como Paraguay y Uruguay. Por otro lado, Brasil no asume los costos de la integración del sur de América del Sur y mira más hacia el Asia. En general, faltan proyecto de integración con infraestructura que permitan mayor conexión a través de rutas más directas y en buenas condiciones, además de redes más eficaces de distribución de energía eléctrica.
Con la incorporación de Venezuela, si bien se abrió una perspectiva de ampliación de la integración, afloró la rivalidad entre Caracas y Brasilia por lograr la supremacía en la distribución de energía, rivalidad que se ahondó luego que Argentina, Bolivia y Venezuela firmaran un acuerdo en el 2007,  para crear la Organización de Países Productores y Exportadores de Gas de Sudamérica (OPEGASUR), que puso fin al proyecto chavista del Gasoducto del Sur, orientado a la integración de productores y consumidores de la subregión. Con Evo Morales se afianzaron los vínculos de cooperación energética de Bolivia  y Venezuela,  para el control de la actividad petrolera por parte de los estados nacionales.
Por otro camino, los países del área del Pacífico, como Chile, Colombia y Perú, ratificaron el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, socio tradicional que no quiere abandonar los mercados conseguidos en el siglo pasado. Por otra parte, se encuentra la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), organismo intergubernamental que, continuando el proceso iniciado por la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), promueve la expansión de la integración de la región, a fin de asegurar su desarrollo económico y social. Su objetivo final es el establecimiento de un mercado común latinoamericano. La ALADI, está integrada por trece países miembros (la mayoría de América del Sur) a los que se sumaron Cuba y Panamá.  Estos y otros tratados, si bien intentaron construir un escenario geopolítico que les permitiera dar mayor peso a la región en el contexto mundial, no lograron su consolidación; permanece la visión de un espacio subdesarrollado   o ‘emergente’, que no termina de modificar su situación marginal.
Los últimos esfuerzos apuntan a construir un proyecto político latinoamericano con el propósito de recuperar instituciones, naciones y bloques de integración, tal el caso de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) que intenta generar políticas públicas conjuntas para un desarrollo endógeno, que vigila la estabilidad democrática de la región y que la revaloriza con su potencial,  en múltiples aspectos : territorial, energético, biodiversidad, producción de agroalimentos, riqueza pesquera y potencial humano. Con esta perspectiva también surgieron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA, integrada por Ecuador, Venezuela, Bolivia, Cuba, Dominica, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, y Santa Lucía) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), espacio regional que reúne a todos los Estados de América Latina y el Caribe y aspira a ser una voz única de decisión política y de toma de decisiones donde se estructuren programas políticos y de cooperación en pro de la integración regional. Fue constituida en 2010 e institucionalizada al año siguiente.  
Sin embargo, frente a estos intentos de uniones y políticas conjuntas tenemos que reconocer también cierta rivalidad y desconfianza mutua entre países por cuestiones no resueltas, como las que persisten entre México y Brasil, Argentina y Uruguay, Colombia y Venezuela.  Frente a los desafíos de la globalización urge que los países den pasos más firmes para su integración regional en el mediano plazo, más allá del signo político gobernante en cada uno de ellos. Frente al avance de políticas globales impulsadas por los países centrales, América Latina, como región periférica, continúa, en algunos aspectos, estancada y dividida.
Las políticas económicas globales, más la necesidad de alimentos de países densamente poblados como China e India, si bien reportan beneficios económicos a la región en lo que respecta a sus exportaciones, primarizó, sin embargo,  la  economía de América Latina, que centró sus exportaciones en producciones agropecuarias o mineras, con intervención de grandes empresas transnacionales.  Esto llevó al monopolio de, grandes pools transnacionales, de  la comercialización de productos para el agro y de la explotación minera con métodos no convencionales, que trajo de la mano la concentración de tierras y capitales y como consecuencia, el gran enriquecimiento de  unos pocos y el empobrecimiento de sectores campesinos, pequeños productores del campo y pueblos originarios, que se vieron expulsados de las tierras que habitaron por generaciones. Todo esto, sin analizar el desequilibrio en la balanza comercial que provoca el comercio con países asiáticos, europeos y los Estados Unidos que exportan, hacia esta región, las manufacturas que producen –desde maquinarias hasta tornillos- y solamente compran productos primarios, con poco o ningún valor agregado. Sólo Brasil logró un cierto desarrollo industrial relevante en el concierto de las naciones, gracias a políticas tomadas por gobiernos de diferentes signos.
Un párrafo aparte merece la explotación minera y de hidrocarburos en el subcontinente, la mayoría en manos de empresas transnacionales y explotadas con técnicas no aprobadas para aplicarlas en los países centrales, por el gran daño ecológico que producen y por su impacto directo en el paisaje, en los recursos de agua y, especialmente, en los grupos humanos que se ven seriamente afectados por el empleo de sustancias tóxicas –muchas de ellas cancerígenas- y la contaminación y el agotamiento del agua, imprescindible para la supervivencia de seres humanos, de vegetales y de animales.  No debemos olvidar que América Latina posee en su territorio el mayor reservorio de agua dulce del mundo, también codiciado por las grandes potencias.
En este contexto adquirió protagonismo Venezuela, durante la presidencia de Hugo Chávez, con su proyecto de construcción del gasoducto del sur, que conectaría Venezuela, Brasil y Argentina, con más de 9.000 km de extensión y la propuesta de una nueva institución financiera regional, el Banco del Sur (firmada su constitución por los presidentes de Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Paraguay, en el 2007) pero, a la fecha sin concreción efectiva.
Otro intento de acuerdo regional es la CAN (Comunidad Andina de Naciones), integrada por  Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, con fines de cooperación regional, de política exterior común, de acuerdos económicos y políticas sociales, actualmente bajo la presidencia pro témpore de Bolivia.
¿Qué propuesta superadora se puede anhelar para la región latinoamericana? Por un lado, que los países que la integran salgan de su aislamiento entre  los propios países, que logren  una mejor posición internacional en bloque, frente a las uniones generadas desde Europa, Asia o dede los Estados Unidos. Hasta ahora, más bien se optó –además de los intentos mencionados- por declaraciones en reuniones o fórums internacionales, en el terreno económico o en el campo político, y acciones  en casos de intento desestabilizadores de los gobiernos democráticos electos, importante todo, por cierto, pero insuficiente a la hora de hacer un balance en perspectiva global.
 Para este punto, los medios de comunicación juegan un papel significativo ya que ignoran la realidad del subcontinente, en la mayoría de los casos, salvo excepciones por parte de medios estatales de algunos países como Argentina, Bolivia, Venezuela y Ecuador, que brindan una visión más global, desde ópticas nacionales y latinoamericanas. Los pools mediáticos, generalmente, silencian lo que sucede en la subregión y sólo reflejan algunos aspectos parcializados de la realidad -tal el caso de  la expansión de la delincuencia y del narcotráfico- como una cuestión local y global  no resuelta, además de los intentos desestabilizadores puestos de manifiesto  a través de la manipulación de la información brindada desde sus cadenas monopólicas de medios de comunicación.
En el plano económico aparecen algunos países de América Latina en uniones internacionales más globales, como el Grupo de los Veinte (G20), que surgió para coordinar acciones de los Ministerios de Economía y Bancos Centrales, del que forman parte Argentina, Brasil y México, opuesto al Grupo de los 8 (G8) compuesto por los países más industrializados del mundo (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Japón, Italia y Canadá, más Rusia) que constituyen una muestra del reparto económico del poder monetario y financiero a nivel mundial. En el 2008 surgió, como contrapartida, otro grupo, el de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que representa –como se dijo- a los países de economías emergentes.
En el plano político le resultó difícil a América Latina la institucionalización de una nueva política que fue consolidándose como respuesta al fracaso de las políticas neoliberales de los 80’ y los 90’. Nuevos gobiernos adjetivados como neopopulistas o nueva izquierda –categorías que podrían discutirse ampliamente-,  que rechazan las políticas neoliberales de fines de siglo, representados por Chávez y luego Maduro en Venezuela, Lagos y Bachelet  en Chile,  Lula y Dilma Rousssef en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Tabaré y Mujica en Uruguay, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Lugo en Paraguay (luego derrocado) y algunos intentos más turbulentos y confusos en Centroamérica. Sólo México y Colombia aparecen como baluartes del neoliberalismo hasta la actualidad. En oposición a la orientación mercadocéntrica del modelo neoliberal, se puede decir que estos Nuevos Gobiernos oponen una fórmula combinada de más Estado dentro del Mercado; es decir buscan incrementar el crecimiento del mercado a través de la acción institucional del Estado, con medidas de nacionalización de recursos energéticos como en Venezuela, Bolivia y Argentina, entre otras tomadas en defensa de la soberanía económica.
Estos nuevos gobiernos de centro-izquierda, afianzados con el consenso social y estabilidad política, consolidaron su poder con elecciones y reelecciones y políticas redistributivas que permitieron salir de la pobreza a amplios sectores sociales. La confrontación política es, en gran medida, el origen de esta nueva política latinoamericana que permite la reproducción de liderazgos personales. La intervención estatal se profundizó en algunos sectores, pero conviviendo con servicios públicos concesionados o privatizados; las nuevas políticas conviven con la aldea global y formas económicas capitalistas.
La revalorización de la política constituye un aspecto altamente positivo para los cambios y transformaciones que se fueron dando en la región, al igual que la sanción de nuevas constituciones como las de Venezuela, Ecuador y Bolivia, y la continuación de las reformas en Brasil y Colombia, constituciones que incluyen la diversidad y heterogeneidad social de las formaciones culturales latinoamericanas. Estas nuevas cartas magnas reconocen ciudadanías pluriculturales y revalorizan a grupos sociales hasta entonces marginados,  como los pueblos originarios y los afro descendientes.
El desafío de estos Nuevos Gobiernos es conseguir el respaldo de mayorías electorales ante el avance de coaliciones de centro-derecha que amenazan con echar por tierra las conquistas logradas. Por otro lado, la mutación de los partidos políticos tradicionales en nuevos partidos, producto de alianzas electorales o coaliciones coyunturales, sin unidad programática, en algunos casos, y con pervivencia de prácticas electorales clientelares, en la mayoría, conduce a generar desconfianza sobre la disponibilidad del electorado para las nuevas opciones políticas, frente a los vaivenes de la crisis económica mundial y la capacidad de estas alianzas de lograr consenso; tal el caso de la incertidumbre de la reelección de Dilma Roussef.  La fragmentación del sistema de partidos conduce a la polarización política detrás de la figura de candidatos que cuentan con mayor apoyo del electorado, pese a que, a veces, resulta dificultoso reconocer claramente sus posiciones; últimamente se observan intentos –por parte de coaliciones de centro-derecha-  de cambiar la orientación de la política en el subcontinente.
Otra cuestión no resuelta por los gobiernos de centro-izquierda es la concentración del capital financiero, de la propiedad agraria y de empresas multinacionales que siguen manejando recursos energéticos y naturales, sólo enfrentados por movimientos minoritarios de campesinos, como los sin tierra en Brasil y el MOCASE en Santiago del Estero, entre otros. No son temas discutidos la reforma agraria y tributaria redistributiva, ni la protección de los recursos naturales.
Como conclusiones y a pesar de no haber agotado los desafíos con los que se enfrenta América Latina en el presente siglo, creo que debemos proponer para la región
1.       La consolidación de la democracia con más y mejor participación de la ciudadanía y de todos los sectores involucrados.
2.       Fortalecimiento de los acuerdos interregionales en el ámbito económico y político para que habilite a América Latina hacia una mayor y mejor inserción en la economía mundial, que conduzca a la ampliación del horizonte económico y le permita salir de la monoproducción de productos primarios.
3.       Facilitación y liberalización del comercio interregional.
4.       Planteos conjuntos de desarrollo,  en el marco de los procesos de decolonización,  y respetando las características nacionales y subnacionales, según sus intereses.
5.       Acciones conjuntas para superar las desigualdades sociales, que hunden a la mayor parte de las poblaciones en la pobreza y permiten la acumulación de grandes capitales en pocas manos, en desmedro de las mayorías, a pesar que en los países con Nuevos Gobiernos, a raíz de políticas distributivas, se posibilitó la inclusión social de amplios sectores excluidos. La lucha contra la pobreza debe ser encarada  entre todos los países  y multidimensionalmente.
6.       Diálogo abierto con actores transnacionales, pero también entre los países de la región y al interior de la sociedad civil, para la inclusión de políticas alternativas a la globalización diseñada por los países centrales.
7.       Generación de más políticas de integración, que contemplen la inclusión real de la población en el aparato productivo, con mayor y mejor educación y generación de empleos genuinos.
8.       Asumir, colectivamente los temas ambientalistas como imprescindibles para la preservación del  patrimonio natural y humano de la región.
9.       Cooperación científica y tecnológica entre los países de América Latina para generar, colectivamente, un cambio sustancial al respecto.
10.    Planteo de un neoregionalismo más incluyente, entre todos los países que integran América Latina y el Caribe, que permita a la región insertarse como tal en el sistema-mundo.

Bibliografía
-       Allard Neumann, Raúl (2011): “Diez desafíos para América Latina en la década 2010-2020: ¿Hacia un neo regionalismo emergente?”, en  Estudios internacionales: Revista del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Santiago del Chile.
-       Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación N° 126 (2011): América del Sur una región I, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación.
-          CEPAL (2012): Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe (2001-2011), Santiago de Chile, CEPAL, Naciones Unidas.
-          Cheresky, I (2008): Poder presidencial, opinión pública y exclusión social, CLACSO, Buenos Aires.
-          Heredia Zubieta, Carlos y Villamar, Zirahuén (Eds.) (2011): La integración de América Latina frente a los desafíos del siglo XXI, Ciudad de México, Friedrich Ebert Stiftung.
-          Llairó, María de Moserrat y Acebo Ibáñez, Enrique (Comp.) (2012): Los desafíos de América Latina para el siglo XXI, Buenos Aires, Claridad.
-      Moreira, Carlos; Raus, Diego; Gómez Leyton, Juan Carlos (Coord.) (2008): La nueva política en América Latina. Ruptura y continuidades   Montevideo, FLACSO, Trilce.
-          Raus, Diego Martín (2011): “América Latina. La difícil institucionalización de la nueva política”, en Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación N° 126, citado.
-      Reynoso, Diego (2011): “Competencia política y satisfacción de expectativas. Escenarios políticos para la región”, en Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación N° 126, citado.
-          Tamames, Ramón (2012): “Globalización, integración regional y desarrollo económico: conexiones, límites y posibilidades”, en Llairó, María de Moserrat y Acebo Ibáñez, Enrique (Comp.), citado.
-     Quenan, Carlos (2012): “La integración regional en América Latina: Resultados insuficientes y proyectos divergentes, en Llairó, María de Moserrat y Acebo Ibáñez, Enrique (Comp.), citado.
-          Llairó, María de Moserrat (2012): “Crisis y asimetrías en el proceso de integración latinoamericano: el Mercosur, los nuevos parámetros para la negociación y la solución de conflictos”, Llairó, María de Moserrat y Acebo Ibáñez, Enrique (Comp.), citado.

sábado, 9 de agosto de 2014

LA FORMACIÓN DE UN ESTADO PERIFÉRICO


La Universidad Católica de Santiago del Estero, presenta el último libro publicado por Ediciones UCSE (Editorial de la UCSE):

“La formación de un Estado periférico. Santiago del Estero (1875 – 1916)”
de la Dra. María Mercedes Tenti



¿Por qué es importante un libro que analice el desarrollo de la estatalidad en Santiago del Estero? La autora, en un análisis de larga duración, recorre las matrices de la estatalidad santiagueña, fundada en la vigorosa autoridad del gobernador, secundado por una administración embrionaria, que creció en función de los sucesivos ensayos constitucionales durante el siglo XIX. En ese lapso se conformó una burguesía vigorosa, consolidada por el acceso a la tierra pública, que delineó una nueva administración burocrática sin posibilidad de cumplir un rol rector debido a su debilidad congénita, generada por el crónico déficit presupuestario.

A tales conclusiones llega la autora al realizar un detenido estudio de los ingresos y egresos fiscales a lo largo del período. Es sólo en el siglo XX cuando comienza a desarrollarse el campo estatal sobre la base de la renovada centralización administrativa. En suma, se trata de un libro necesario, que se introduce en el estudio de un actor central, el estado provincial, imaginado para modernizar la sociedad y la gestión de gobierno.

Como toda obra valiosa, su lectura nos genera un conjunto de reflexiones. La élite gubernamental santiagueña logró crear, con marchas y contramarchas, agencias estatales que incidieron sin duda en la conformación de la sociedad provinciana, lo que no pudo articular fueron políticas públicas consistentes de largo plazo, condición necesaria para la formación de un potente entramado social, contenido y protegido por las agencias estatales. Ese derrotero comenzó a desplegarse avanzado el siglo XX y, quizás aún, ese postulado se mantenga como una asignatura pendiente.

Características del Libro:
2014/1º Edición
ISBN:978-950-31-0074-5
Cantidad de páginas: 432
Medidas: 21x 16 cm.

Sobre la autora:
Dra. María Mercedes Tenti
Es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Tucumán.
Historiadora. Investigadora de UNSE, UCSE,
sobre Historia de Santiago del Estero.

Para adquirir el libro, comunicarse con el Sr. Pablo Portorreal.
E-mail: pporto@ucse.edu.ar / Tel. 0385-4211777 int. 208
Departamento Contable - Campus Universitario UCSE
Av. Alsina y Dalmacio Vélez Sarsfield – Santiago del Estero

sábado, 26 de julio de 2014

La pobreza rural en Santiago del Estero en los 90'


MARÍA MERCEDES TENTI

Introducción
Para examinar el fenómeno de la pobreza rural en Santiago del Estero, analizaremos el trabajo de Alberto Tasso sobre “Reproducción secular de la pobreza rural, dimensiones sociohistóricas de un caso de exclusión estructural”, para luego relacionarlo con otros datos estadísticos y publicaciones periodísticas, que nos permitirán arribar a algunas conclusiones sobre el origen de los fenómenos descriptos y la relación existente entre los distintos procesos planteados.
Reconocer la heterogeneidad del proceso de empobrecimiento provincial, según las zonas, la producción, los departamentos, etc. nos permitirá el reconocimiento de la pluralidad de los fenómenos sociales, ausente en los discursos políticos, que generan relaciones de poder y que permiten vislumbrar hacia dónde transita la sociedad; sociedad concebida como proceso, en la que los fenómenos causales son simultáneos y constituyen un sistema con caracteres definidos.

“Reproducción secular de la pobreza”, de Tasso

En su trabajo, Alberto Tasso trata de descubrir el proceso de configuración de los sectores pobres rurales en la provincia de Santiago del Estero, desde una perspectiva socio histórica, indagando sobre los orígenes del problema planteado.
Comienza con el concepto genérico de pobreza y exclusión para detenerse en el análisis de la pobreza rural, a su juicio estructural y aguda. Concebida la población en condiciones de pobreza como una categoría social, parte de los primitivos poblamientos indígenas y del usufructo de sus habilidades agrícolas y artesanales por los españoles, hecho que produjo una pronunciada segmentación social y cultural, generando hacia el siglo XIX un sector marcadamente excluido. Por entonces comenzó el proceso de conformación de una incipiente estructura agraria, a partir de una agricultura comercial bajo riego, que no pudo poner freno a la intensificación de la inestabilidad social y las consecuentes migraciones aumentadas durante el presente siglo.
La producción forestal incrementada como consecuencia del auge del ferrocarril, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, concentró la población en nuevos centros poblados, que no pudieron escapar a la posterior declinación, una vez producido el  ocaso del ferrocarril, con el consiguiente deterioro ecológico de antiguas zonas boscosas transformadas ahora en fachinales. Esto produjo obviamente un nuevo desplazamiento de mano de obra hacia otras actividades como la zafra azucarera, las cosechas temporarias, o las zonas fabriles del Gran Buenos Aires o el Gran Rosario.
A pesar de los cambios y los siglos transcurridos, el hábitat de las poblaciones campesinas santiagueñas se mantuvo relativamente constante, y en general, subordinada al ambiente. La reproducción de modelos culturales transmitidos de generación en generación  hacía ver una cierta “estabilidad dentro de la inestabilidad[1], por la supervivencia de formas de vida tradicionales.
La dominación social cambió de modos y formas pero pervivió también a lo largo del tiempo, agravada por los altos índices de analfabetismo y la persistencia del clientelismo. La propiedad de la tierra quedó mayoritariamente en manos de unos pocos, extendiéndose para los pobres el minifundio (con extensiones mínimas por debajo de las unidades económicas reconocidas), o la ocupación precaria de tierras fiscales o privadas.
Según los datos del Censo Nacional de Población de 1991, la pobreza rural en Santiago del Estero, duplica o triplica a la urbana, ya que la población rural  con necesidades básicas insatisfechas (NBI), asciende a 56,8 %, frente a la urbana que se encuentra en el orden del 23,3%. Dentro de las cuatro categorías de NBI rural, se encuentran 27 departamentos santiagueños (1 baja, 2 alta y 24 muy alta).  Obviamente existe una estrecha relación entre pobreza y condiciones de vida de los hogares campesinos.
Como respuesta a la falta de políticas de inclusión social, una serie de organizaciones no gubernamentales, como el Movimiento Campesino Santiagueño (MOCASE) y la iglesia católica, han iniciado una serie de movilizaciones  y distintas expresiones colectivas, en busca de la reapropiación de su identidad campesina, a la par que conseguir reivindicaciones concretas.

La pobreza estructural santiagueña según otras fuentes

El 22 de marzo de 1997, El Liberal publicó un suplemento titulado “Así vivimos”[2], en el que, tomando datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y otros organismos, dio a conocer la realidad de la provincia a través de cifras realmente alarmantes. De un total de 671.988 habitantes, la población con NBI ascendía a 244.988 (36,45%).
Con datos extraídos del Anuario Estadístico de la República Argentina, de 1994, y de un informe del Comité Ejecutivo para el Estudio de la Pobreza en la Argentina (CEPA), que a continuación detallamos, observamos a la mayoría de los departamentos en situación de pobreza.


Necesidades Básicas Insatisfechas
por departamentos de la provincia de Santiago del Estero
1994
     Total población                        Departamento                    Porcentaje  NBI
            16.040                                      Figueroa                                              74,7
             16.061                                      Pellegrini                                             62,8
               6.848                                     Silípica                                                  61,9
               9.251                                      Atamisqui                                            61,9
               9.100                                      Salavina                                               61,8
                8.555                                     San Martín                                          58,6
                1.894                                      Mitre                                                   56,0
              18.239                                     Avellaneda                                          54,9
              14.351                                      J. F. Ibarra                                         53,2
              19.220                                      Copo                                                    50,3
                9.475                                      Quebrachos                                        49,8
              12.324                                     Jiménez                                               48,6
                4.149                                      Sarmiento                                           47,3
              21.746                                     Moreno                                                45,6
              14.904                                     Loreto                                                 44,3
              10.633                                     Alberdi                                                43,4
              45.051                                     Río Hondo                                           41,4
              32.567                                      Robles                                                 40,6
              29.400                                     Taboada                                              40,1
              11.818                                       Ojo de Agua                                        39,8
                6.882                                       Guasayán                                           39,0
                5.936                                       Aguirre                                               37,2
            104.287                                       Banda                                                  32,0
               5.909                                        Belgrano                                              28,5
              30.691                                       Choya                                                  26,9
                4.763                                       Rivadavia                                            23,8
            201.894                                       Capital                                                 21,9
            671.988                                     Total provincia                             36,45


Sólo cuatro departamentos, Choya, Capital, Banda y Rivadavia se encuentran en una situación más o menos buena, según el análisis de algunos indicadores.  En ellos las necesidades básicas insatisfechas (en especial viviendas tipo rancho y analfabetismo), se aproximan, o están por debajo de la media nacional. Figueroa (en el centro de la provincia), encabeza los índices de pobreza y en el censo de 1.991 figura como el cuarto departamento más pobre del país superado solamente por Ramón Lista (Formosa), Iruya y Rivadavia (Salta). Tomando el mismo censo, y considerando la provincia en general, Santiago del Estero se encuentra entre las más pobres del país, juntamente con Formosa, Jujuy y Chaco.
El panorama social es crítico y, como podemos apreciar, los mayores problemas se encuentran en las zonas rurales. Hay diez departamentos con más de la mitad de su población con necesidades básicas insatisfechas y 13 en que más del 12 % de los habitantes son analfabetos. En total más del 40 % de la población tiene viviendas tipo rancho o casillas.
Tomando los índices proporcionados por el suplemento de El Liberal mencionado, Santiago del Estero supera en todos los indicadores, los índices de pobreza de la media nacional:


Índices de pobreza a 1997 (según diversas fuentes)  
   Indicador                            Media nacional %            Media provincial %
    NBI                                                   19,9                                                     36,45
    Viviendas precarias                          7,1                                                     19,44
    Analfabetismo                                    3,67                                                     8,63


Como consecuencia de ello, son cada vez más los pobladores que migran hacia las ciudades en busca de mejores condiciones de vida, dejando grandes extensiones de territorio despobladas. Según información del INDEC, en 1991, los departamentos Mitre y Alberdi tenían una densidad de población de 0,5 y 0,8 habitantes por kilómetro cuadrado, respectivamente, mientras que en 1960 era del 1,0 y 1,1. Paralelamente el porcentaje de población urbana aumentó del 35,2% en 1.960, al 60,7 % en 1.991. La concentración de población se produjo especialmente en los departamentos Capital, Banda, Río Hondo y Robles. Como corolario a este panorama desalentador, Santiago del Estero es la provincia que menos produce en el país, ya que figura última en el ránking de producto bruto interno por persona del país,  con $2.035 por habitante, cuando la media nacional es de $7.790[3].
Según el INDEC hay 10.509 santiagueños de 7 a 17 años que no concurren a la escuela. Casi la mitad de los niños que ingresan a escuelas primarias no concluyen sus estudios; la deserción escolar alcanzó entre 1989 y 1995 el 49 %, mientras que en el nivel medio superó el 25,5%. El mayor índice de repitentes se da en 1° y 2° grado  con el 27,4 % y el 19,1 % respectivamente. En 13 departamentos, más del 12 % de la población no sabe leer ni escribir (el de mayor porcentaje, Figueroa, alcanza el 18,38 %), siendo el promedio provincial de analfabetismo el 8,63 %, mientras la media nacional es del 3,67 %.

Conclusión
Los datos vertidos muestran con crudeza la triste realidad que atraviesa la provincia. En total, una de cada cinco viviendas son tipo rancho o casilla, y en diez departamentos la relación es de cuatro cada diez. El departamento Figueroa es el de mayor índice de pobreza y ocupa el 4* lugar en el país. Según la Fundación Capital en 1996 el 30 % de la población tenía en la provincia sus necesidades básicas insatisfechas, al tiempo que la media nacional  alcanzaba el 14,5%.
Santiago tiene la tasa de escolaridad más baja del noroeste. A nivel nacional sólo es superada por Chaco y Misiones. El panorama social es crítico. Hay 10 departamentos con más de la mitad de su población con necesidades básicas insatisfechas y más de 13 en que el 12 % de los mayores de 10 años son analfabetos. De acuerdo con el censo de 1.991, cada vez son más los santiagueños que abandonan su terruño.
Según el Instituto de Investigaciones Económico Financieras de la Bolsa de Comercio de Córdoba,  Santiago del Estero es última en producto bruto per cápita. Desde 1.985 hasta 1.996 el producto bruto per cápita creció sólo un 17,7 % en la provincia, mientras que el promedio del país se ubicó en el orden del 93,2 %. En base a un estudio del Centro de Estrategias Regionales, Santiago es una de las provincias menos competitivas de la República, penúltima después de Formosa, tomando en cuenta los bienes producidos y los servicios prestados. Se observa un crecimiento del empleo temporario, incrementado con el plan de ayuda mutua y con la aplicación de las leyes nacionales,  24.013 de empleo y 24.465 de fexibilización laboral y fomento del empleo.
A todo esto debemos agregar los graves problemas ecológicos, como la depredación de los bosques, - que han transformado suelo y clima y amenaza la extinción de la flora y fauna autóctonas - , la escasez de agua, la salinización de los suelos, la contaminación de las aguas, la colmatación del dique de Río Hondo, la desaparición de vertientes por la irracional explotación minera, etc.
Coincidimos con Waldo Ansaldi en que la pobreza es, más que desigualdad económica, desigualdad social y cultural, ello puesto de manifiesto en forma notoria en nuestra provincia. Quizás el peso cuantitativo  de los pobres contribuya en Santiago del Estero a la pervivencia de un sistema social con prácticas clientelísticas, -  existente desde larga data -, que trae aparejado su fragmentación y debilidad, permitiendo su mayor explotación a la par que menores posibilidades de organización, en pos de una acción colectiva tras la búsqueda de revertir la pobreza estructural manifiesta.


[1] Alberto Tasso; “Reproducción secular de la pobreza rural”, en Realidad económica; N° 147; Instituto Arg. de Desarrollo Económico; Bs. As. 1997. Pág. 53.
[2] El Liberal; “Así vivimos”; 22 de marzo de 1997, Santiago del Estero.
[3] El Liberal; Números varios; Años 1996 a 1998, Santiago del Estero.

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