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sábado, 18 de junio de 2011

NUEVA COLONIAMANTA de Ilda Juárez de Paz

MARÍA MERCEDES TENTI
Hoy presentamos esta segunda edición del libro Nueva Coloniamanta, de Ilda Juárez de Paz, ‘un libro con historia’, como la autora lo define para hacer referencia a su primera edición, en 1987, hace veinticuatro años. Esta definición hace, verdaderamente, honor a esta obra, originariamente pensada para enseñar la escritura de la lengua quichua, concebida por esta docente de alma -como es Ilda-, con la colaboración de sus entonces pequeños alumnos de la escuelita de Nueva Colonia, en el departamento Figueroa.
No sólo es un libro con historia, porque fue concebido hace un cuarto de siglo, sino también porque en él se ven los frutos de una empresa aún mayor, iniciada por Domingo Bravo cuando concibió una signografía especial para esta lengua ágrafa, como es el quichua. Bravo fue, sin lugar a dudas, quien más aportó para el estudio de este dialecto santiagueño, su difusión y conservación. Fueron sus estudiantes, egresados del curso que dictó en la UNSE hasta su muerte, quienes continuaron con su obra en aulas, cursos y obras de divulgación de distinta índole.
Ilda siguió este camino y su primera publicación, que es precisamente el libro que hoy presenta, reeditado,  fue nada más que el inicio de otros, pensados todos con fines didácticos, con el propósito de llevar el quichua santiagueño a las escuelas y brindar a los docentes un material pedagógico útil y sencillo, como contribución invalorable para la preservación de esta lengua, en vías de extinción.
Concebido casi como una empresa colectiva, en él se ve palpitar a gran parte de la comunidad de Nueva Colonia, tanto en los diálogos, en la forma de expresarse, típica de quienes hablan quichua como lengua materna, en las coplas, en los dichos, en las costumbres y actividades cotidianas, algunas ya casi olvidadas,  otras aún vigentes.
Mención especial merecen sus estudiantes, algunos presentes en la fotografía de la contratapa, que fueron quienes ilustraron la tapa y cada una de las lecturas, según los códigos de su propio lenguaje visual, y quienes también elaboraron algunos de los textos. A través de ellos, vislumbramos formas de vida y paisajes que, como el quichua, se van extinguiendo de a poco, ante el avance de la deforestación y de la frontera agrícola, modificando el ecosistema, liquidando también especies vegetales y animales, a pesar del poco tiempo transcurrido. Parecería que los cambios se aceleran pero, sin embargo, el quichua como algunas costumbres, empecinadamente se conservan, casi con un esfuerzo sobrehumano de resistencia cultural, frente a los embates de factores externos, globalizados, que tratan de disolverlos.
El quichua, como muchas lenguas de los pueblos originarios, se encuentra hoy amenazada y en vías de extinción. Las lenguas indígenas son parte integrante del patrimonio cultural y lingüístico nacional. La pluralidad de lenguas es una expresión  de la composición multicultural de la nación argentina. Está en nosotros preservarlas.
Para ello se debe trabajar en conjunto con las comunidades reservorio de las lenguas, preservándolas a las propias lenguas y  a su enseñanza, y asegurando su derecho a salvaguardarlas y trasmitirlas, y el derecho de los quichua hablantes a una educación multicultural bilingüe, a través de proyectos de mayor cobertura, como los de mejoras en la calidad de vida, de planes educativos propios, reafirmando, asimismo, su derecho a desarrollarlos.
Otras actividades importantes, además de la formación de docentes que conozcan la lengua de sus estudiantes, son la formación continua a través de eventos, como encuentros, congresos o seminarios; producción de materiales lingüísticos de diversa índole (diccionarios,  rescates de archivos, archivos orales, recopilación de historias de vida, etc.) y la elaboración de una base de datos sobre las diferentes lenguas indígenas del país.
La incorporación en el censo 2010 de la pertenencia a pueblos originarios abre un camino. Sin embargo, podría haber sido más abarcativo, si se hubiese incluido la pregunta sobre el uso y conocimiento de lenguas aborígenes. Ello nos hubiera permitido tener un conocimiento cabal sobre la persistencia y/o desaparición de lenguas indígenas, entre ellas el quichua. 
Convencidos de que el rescate y valoración de este patrimonio intangible o inmaterial de la nación -como es el quichua, junto con otras lenguas-,  de inmensa riqueza cultural y humana, dará pie a una mayor comprensión sobre las características particulares de los argentinos en general y de los santiagueños en particular  y, por ende, contribuirá mejor al entendimiento entre los argentinos, heterogéneos y multiculturales, a pesar de los intentos de homogeneización, promovido desde los medios de comunicación hegemónicos.
El trabajo de varias décadas de Ilda Juárez de Paz, coronado con esta reedición de su primer libro, más otro aparecido el año pasado sobre vocablos quichuas en la toponimia de Santiago del Estero, son un gran aporte para el rescate y valoración de las lenguas originarias y la afirmación de la provincia como una región bilingüe, patrimonio de población criolla  e indígena (según las zonas), con muchos hablantes receptivos de la lengua, que les permite comprender órdenes, palabras sueltas, frases frecuentes del dialecto de sus mayores, aunque no  hablarlo fluidamente.
Estos semi hablantes, más otros que alguna vez hablaron, pero que por el contexto en que se desenvuelven fueron olvidando,  pero que, sin embargo, pueden recordar palabras o frases en la lengua de sus padres o abuelos, aunque no la utilizan como instrumento de comunicación, ni las transmiten a sus hijos, tienen que romper las barreras del monolingüismo.
Los libros de Ilda Juárez de Paz nos muestran cómo el quichua santiagueño, resistido y resistente es, por sí mismo, un instrumento propio de quienes lo hablan para  manifestar el conocimiento del mundo. En consecuencia, constituye un símbolo de la identidad cultural del santiagueño y, por derivación, patrimonio cultural argentino.
Nueva Coloniamanta, de Ilda Juárez de Paz, escrito desde Nueva Colonia “para los hermanos santiagueños, como homenaje a la comunidad bilingüe de la provincia”, según lo sostiene la autora, contribuye a la preservación de la lengua quichua santiagueña, sus usos y costumbres.

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