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viernes, 22 de abril de 2011

HOMENAJE AL HISTORIADOR JOSÉ NÉSTOR ACHÁVAL

En 1995 tuve oportunidad de publicar una breve reseña sobre la obra de José Néstor Achával, en la Revista de la Sociedad Argentina de Historiadores de Santiago del Estero, a raíz de un trabajo presentado en el Congreso Internacional de Historia del Libro, realizado en Buenos Aires. Enmarcado dentro de un breve estudio sobre la bibliografía histórica de Santiago del Estero, fue esta la primera vez que intenté esbozar un estudio de su labor historiográfica.
Al profesor Achával lo conocí desde mi ingreso al profesorado provincial, como estudiante de Historia y, posteriormente, cuando me desempeñé como profesora adscripta, durante cuatro años, en las cátedras de Historia Argentina Contemporánea e Historia de Santiago del Estero, a su cargo. Fue en particular, en esta última etapa, en donde pude valorar muchos aspectos de su obra ya que, cuando una es estudiante, a veces no aprecia en sus profesores -en su real magnitud- cualidades tales como su dedicación, empeño y tesón por dejar una huella profunda en sus alumnos. Resulta difícil tratar de bosquejar su labor docente e historiográfica, entrecruzando ambos aspectos que, sin lugar a dudas, modelaron su trabajo Su trayectoria de vida también fue, sin dudas, el motor y disparador de su expresión escrita que hoy intentaré analizar.
Su militancia desde joven en la Acción Católica, en sus años formativos, fue cimentando su pensamiento dentro de las corrientes nacionalistas -en boga por entonces-, con una marcada perspectiva hispanista y católica en la interpretación de los procesos del pasado. Creo que fue su paso por la docencia de nivel superior y universitaria, en particular por la cátedra de Historia de Santiago del Estero, lo que lo llevó a investigar con obstinación y a tratar de registrar la historia santiagueña, no escrita en un compendio sistemático, hasta la aparición de su voluminosa Historia de Santiago del Estero, siglos XVI a XIX, en 1988, de cuatrocientos cincuenta páginas, extensión que da cuenta del esfuerzo del autor en concretarla.
Con anterioridad, había publicado otros trabajos de menor aliento, pero no por ello menos valiosos, referidos a María Antonia de Paz y Figueroa, a Manuel Belgrano y su vinculación con Santiago del Estero, a la enseñanza religiosa en la República Argentina, a Francisco de Victoria y a la Conquista del desierto, entre otros, además de numerosas publicaciones en el diario El Liberal y de participaciones a través de la Radio LV 11, durante muchos años bajo su dirección.
Quienes fuimos sus alumnos tenemos conciencia que sus apuntes, organizados prolijamente para las clases diarias, fueron el origen de su obra historiográfica, referida a la historia santiagueña. Inicia el prefacio de su Historia de Santiago del Estero, reconociendo el legado de dos maestros santiagueños, Orestes Di Lullo y Alfredo Gargaro, hecho que nos habla de su amplitud de miras -a pesar de su postura histórica a la que hice referencia-, por cuanto, quienes conocemos sobre la orientación e influencias teóricas de ambos autores, sabemos que se ubicaban en dos campos interpretativos diferentes y, en muchos casos, antagónicos; conservador el primero, liberal el segundo.
Aceptando la labor de sus antecesores santiagueños y de los historiadores que, en el ámbito de la historia americana y nacional, abrevaron las fuentes de su conocimiento, da su visión de los procesos y hechos históricos de la provincia, desde la etapa fundacional hasta fines del siglo XIX. Como señala Luis Alen Lascano -en el prólogo de la obra-, el hecho de haber dedicado dos tercios del libro al período hispánico patentiza la importancia que daba el autor a ese momento, como un hito modelador de la historia santiagueña posterior.
Conocer sus mentores historiográficos también nos permite ahondar en el pensamiento y orientación de José Néstor Achával: el padre Lozano, Roberto Levillier, Vicente Sierra, Eudoxio de Jesús Palacio, entre los más destacados. Esta inclinación por una tesitura teórica definida, muestra su posición en corrientes del nacionalismo hispanista católico, a la que hacía referencia, en pos de resaltar la obra de España en América y el proceso evangelizador, en la conformación de la nacionalidad argentina.
Su meta va más allá de delinear una historia política y social santiagueña, aspira a recrear, en forma entrelazada, la historia de la Iglesia por estas tierras, como parte constitutiva de la estructuración y consolidación de una suerte de ‘ser provincial’, puesto de manifiesto desde los inicios, aún con los conflictos fundacionales desatados desde Perú o Chile.
A la historia política - institucional de la gobernación del Tucumán, primero, y a la de Santiago del Estero después, las relata entrelazadas con la historia del obispado del Tucumán y de la Iglesia santiagueña, destacando sus períodos de esplendor y despojo, con sus virtudes reconocidas, pero también con sus intereses y disputas internas.
Su postura sobre la fundación de Santiago del Estero no escapa a esta visión global de la historia santiagueña. Por ello se alinea en la corriente interpretativa de Eudoxio Palacio, Vicente Sierra y Di Lullo y designa como fundador a Juan Núñez de Prado, oponiéndose a la figura del conquistador Francisco de Aguirre, dos veces juzgado por la Inquisición.
Sin embargo, su apego por la búsqueda de la ‘verdad’ histórica, como lo señala en el prefacio, lo llevaron a publicar una separata, complemento de la segunda edición, en 1993, en la que, de acuerdo con las investigaciones de Gastón Doucet y los comentarios de Alen Lascano en su Historia de Santiago del Estero, publicada el año anterior, explicita la fecha fundacional de la ciudad centenaria, consignándola como el 29 de junio de 1550, coincidente con la primera fundación de El Barco, en tierras tucumanas. Pese a ello, y con mayor porfía, ratifica como fundador a Núñez de Prado, señala la identidad de El Barco con Santiago del Estero y destaca la posterior traslación de Aguirre, a la vez que insta a las autoridades institucionales y a los historiadores a hacer justicia con quien fue, a su juicio, el verdadero fundador de la ciudad.
La construcción del mito fundacional no es ajena a la interpretación de los historiadores, tampoco lo es a la del profesor Achával. El mito fundacional comenzó para él con la conquista, se afianzó con la afirmación de los valores hispánicos - católicos y se consolidó, posteriormente, con el proceso autonómico de la época de Ibarra, gestor de la autonomía y defensor de los principios federales, constitutivos de lo netamente nacional, ante amenazas del centralismo porteño y de las influencias foráneas.
Los logros originarios de la ‘madre de ciudades’ como primera ciudad fundada en territorio argentino, única con escudo de armas otorgado por la corona, cuna de la evangelización, sede del primer obispado, origen de la universidad y de la industria nacional, no lograron ser opacados, a su juicio, a pesar del expolio que fue sufriendo a través de los siglos.
La segunda parte de su libro, referido al período independiente y constitucional, comienza con la participación santiagueña en el proceso de las luchas por la revolución e independencia y continúa con las distintas ocasiones de participación, a través de sus representantes, en los diferentes ámbitos de confluencia de los denominados pueblos del interior, hoy provincias. En su relato va bosquejando las rebeldías santiagueñas, comenzando con la actuación de Borges y la conformación de una corriente federalista local, hasta la participación destacada de Ibarra en la constitución de una provincia autónoma, frente a los intentos vanos del centralismo porteño, en el ámbito nacional, o de los gobiernos tucumanos, en el regional, sustentadas en fuentes éditas, dispersas en bibliografía de difícil acceso.
Tanto las administraciones de los Taboada, como las que las sucedieron después de su caída, se abrevan, en particular, en documentación inédita existente en el Archivo General de la Provincia, recopilada, en gran parte, desde las cátedras de Seminario y de Historia de Santiago del Estero, de la carrera de Historia del Profesorado Provincial, al que hice referencia. Una verdadera tarea hermenéutica -de interpretación de fuentes-, lo llevan a analizar pormenorizadamente los sucesivos gobiernos constitucionales, las intervenciones militares y federales, las luchas intestinas, los grupos y sectores de poder y los avances y retrocesos de la provincia, hasta los albores del siglo XX.
Miembro correspondiente de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, la segunda obra de envergadura, de José Néstor Achával, es la Historia de la Iglesia en Santiago del Estero, divulgada en dos tomos. El primero, que abarca los siglos XIX y XX, publicado como homenaje a la Universidad Católica -de la que fue uno de sus fundadores- en ocasión de la conmemoración del Vº Centenario de la Evangelización en América, y el segundo, editado cuatro años después, complemento del anterior, con la gestión del obispo Sueldo, los templos e imágenes religiosas más relevantes de la provincia, la labor de las fundadoras santiagueñas de congregaciones y casas religiosas y las figuras más destacadas del clero de Santiago del Estero.
Según lo expresa Rubén González, quien prologa el primer tomo, la obra se encontraba, por entonces, a la vanguardia de las provincias -después de Entre Ríos-, al contar con una historia eclesiástica propia. Si bien realiza una síntesis introductoria, referida a la creación del obispado del Tucumán, se centra en la inserción diocesana de Santiago del Estero durante el siglo XIX, sobre la base de diferentes fuentes documentales y bibliográficas. Sin embargo, creo que la contribución más medulosa es la referente a la iglesia santiagueña durante el siglo XX, no sólo por las fuentes consultadas sino, especialmente, por sus aportes como protagonista de ese laicado militante, que integró las filas de la Acción Católica, desde la década del 30’ en adelante. Los datos y análisis que presenta son de trascendental importancia, por cuanto no hay un registro tan pormenorizado de los mismos, en el ámbito santiagueño.
El testimonio del historiador, a la vez partícipe e intérprete de la historia política y social de la Iglesia local, resulta de trascendental importancia. Luego desarrolla la creación y organización de la diócesis de Añatuya, la acción del asociacionismo católico, la conformación de instituciones educativas privadas, de nivel secundario y universitario, diversas obras diocesanas, celebraciones, etc., en las que se vislumbra la presencia de otro actor social, muchas veces olvidado en la historia de la Iglesia, el laicado católico.
Corona su obra historiográfica el segundo tomo de la Historia de la Iglesia en Santiago del Estero, en el que aporta nuevos datos sobre la creación de la Universidad Católica, la organización y desarrollo del Congreso Eucarístico Nacional, realizado en Santiago del Estero en 1994, contribuciones para el estudio de templos y festividades religiosas en la provincia, con la participación de distinguidos historiadores como Alfonso de la Vega, Luis Alen Lascano, Eduardo Martínez Bertolí, Gerardo Montenegro y Carlos Bustamante, y un rico apéndice documental, fuente imprescindible a la que se debe recurrir para historiar la Iglesia en Santiago del Estero.
La labor historiográfica de José Néstor Achával, enmarcada dentro del revisionismo histórico y el nacionalismo católico, en franca oposición a interpretaciones liberales de la historia, en una suerte de ‘contra historia oficial’, permite vislumbrar algunas corrientes de pensamiento en boga y difusión, dentro de los ámbitos educativos de la provincia, en la segunda mitad del siglo pasado, y su impacto en la conformación de imaginarios colectivos, muchos de ellos aún vigentes.

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