María Mercedes Tenti
Introducción
Resulta
difícil conceptualizar al nacionalismo ya que el concepto encierra significados
diversos según se trate de una ideología, un grupo político o de un movimiento
cultural. El nacionalismo surgió en Europa a comienzos del siglo XIX; puede
tener distintas significaciones: la doctrina política que contempla el
desarrollo autónomo de una colectividad; puede abarcar el dato psicológico y
emotivo, como un estado de ánimo; puede también referirse a la idea de
autodeterminación y autogobierno, en algunos casos a favor de un grupo
privilegiado[1].
Si
bien los nacionalistas nunca constituyeron un partido político, los
intelectuales que profesaban las ideas así denominadas ejercieron importante
influencia o actuaron como nexo en diversos sectores de poder, especialmente en
los militares. Sus fuentes doctrinarias eran de diverso origen. Algunos se
remontaban a las Siete Partidas de la España del medioevo, al carlismo español,
o al franquismo, otros imitaban las
normas de Charles Maurras o admiraban a Benito Mussolini. La mayoría se
mostraban tradicionalistas, con una fuerte adhesión al pasado, antipositivistas
y algunos con marcada fidelidad al catolicismo.
En
general, el nacionalismo es un fenómeno complejo, heterogéneo, y que varía
según las distintas etapas históricas en que actuaron sus sostenedores. También
implica una conciencia de pertenencia por parte de quienes así se definían, al
mismo tiempo que un reconocimiento como tales por parte de quienes no
compartían sus ideas.
Para Eric Hobsbawn, el sentimiento de pertenencia que
permite consolidar la identidad colectiva, se establece según cuatro aspectos
destacables: 1º) De manera negativa, al reconocer un ¨nosotros¨, diferente a un
¨ellos¨. Es decir, que se afianza no tanto a partir de las semejanzas entre
quienes integran un grupo, sino desde las diferencias con el grupo
opuesto. 2º) Las identidades son
intercambiables o combinadas con diferentes características. 3º) No son fijas,
se cambian y se modifican según las circunstancias. 4º) Dependen del contexto,
que al igual que las circunstancias, se modifica[2].
Si
bien genéricamente podemos dividir al nacionalismo en nacionalismo de elite y
nacionalismo popular, integran el variado espectro de ¨los nacionalistas¨,
tradicionalistas católicos,
filofascistas, nacionalistas doctrinarios, nacionalistas republicanos,
de matriz laico – democrática, de base católica popular, de derecha, de
izquierda, y varios otros, según la interpretación de los distintos autores que
abordaron la problemática[3].
En
el presente trabajo se pretende discernir el papel que jugaron los principales
teóricos del nacionalismo en el golpe militar de 1930 que derrocó a Hipólito
Yrigoyen del poder e inició una serie de golpes de Estado en la Argentina, en
los que los militares desempeñaron un rol preponderante como grupo de presión y
de poder. A partir de entonces las relaciones entre civiles y militares fueron
más estrechas y contribuyeron a la persistencia de la debilidad institucional
que caracterizó la mayor parte del siglo XX.
Los alegatos de Lugones
Leopoldo
Lugones jugó un papel decisivo en la formación de la ideología del golpismo
militar. Contribuyó en forma concluyente a crear un clima golpista tres años
antes de producirse efectivamente el golpe de Estado de Uriburu, ya que en su
lógica estaba planteado el nuevo tipo de correspondencia entre el poder civil y
el militar. Esta correspondencia es la preocupación de Victoria Itzcovitz que
investiga sobre la naturaleza de las estructuras sociales, políticas e
ideológicas que condujeron a la consolidación del predominio de las
instituciones militares[4].
A
pesar de sus primitivas ideas anarquistas y socialistas de fines del siglo XIX
y principios del XX, y de los cargos públicos que ocupó durante distintos
gobiernos, incluidos los radicales, Leopoldo Lugones poco a poco fue
desarrollando ideas nacionalistas, coincidentes con el desarrollo de
concepciones antidemocráticas y fascistas en Europa, y como una reacción en contra
de la revolución comunista rusa y su posible vinculación con los hechos de la
¨semana trágica¨ y de la ¨Patagonia trágica¨.
Para
Lugones el país se enfrentaba a una doble amenaza, encarnada fundamentalmente
en la inmigración extranjera, portadora de ideas anarquistas y maximalistas, y
en la integración a la vida política de nuevos sectores sociales que
desestabilizaban el orden imperante.
Sus
críticas al sistema democrático se manifestaban en el odio exacerbado hacia los
extranjeros que, a su juicio, actuaban respondiendo a una confabulación
internacional que conduciría a una guerra nacional, por cuanto ¨no hay guerra
civil con extranjeros¨[5],
afirmaba. Su xenofobia se exteriorizaba permanentemente en sus escritos en los
que proponía desde partir de una política inmigratoria selectiva, hasta la
expulsión lisa y llana de aquellos considerados indeseables por sus ideas.
Con
respecto a sus ideas políticas, descalificaba a la democracia mayoritaria, a
las instituciones legislativas y a la propia constitución. Criticaba a la
política y a los políticos, especialmente a los radicales y sentía una repulsa
manifiesta por el ¨bajo pueblo¨, negándoles, en consecuencia, capacidad para
elegir a sus gobernantes.
Otorgaba
al ejército un papel jerárquico y aristocrático, y consideraba que había
llegado ¨la hora de la espada¨, puesto que ésta era la única institución capaz
de poner orden y jerarquía en la sociedad ya que contaba con la trilogía
indispensable para ello: jerarquía, disciplina y mando[6]. Esta
idea fue puesta de manifiesto en el discurso pronunciado en Lima en ocasión del
centenario de la batalla de Ayacucho en 1924.
Consideraba
que la amenaza venía desde el exterior, producto de la influencia del
maximalismo. Por ello propiciaba la guerra a lo extranjero y la exaltación del
amor a la patria, considerada como un bien de los argentinos. El pacifismo
escondía el culto al miedo, de allí la importancia del ejército, la ¨última
aristocracia¨[7].
En
¨La grande Argentina¨, luego de señalar
la incapacidad del pueblo para entender el plan de progreso de la república,
por él planteado, señalaba como objetivo del gobierno asegurar el bienestar a
través del orden, la libertad, la igualdad y la defensa. Para ello, el gobierno
debía estar compuesto por los idóneos, y así el orden se transformaba en la
imposición de la equidad[8].
Luego de unas ¨vacaciones políticas¨ por unos diez años, proponía reestructurar
el aparato del Estado a través de una organización corporativa y verticalista
de los tres poderes.
Otros alegatos
Miguel
Carlés fue presidente de la Liga Patriótica durante veintiocho años. En su
discurso ¨Salvemos el orden y la tradición nacional¨, pronunciado en la
Sociedad de Beneficencia en 1919 enunciaba la trilogía básica de la asociación:
¨Dios, patria y hogar¨. Coincidía con la xenofobia de Lugones y, en oposición a
la influencia extranjera, exponía la vuelta a la tradición y al ¨espíritu de la
moral argentina¨[9].
El
director de ¨La Nueva República¨, periódico nacionalista aparecido durante la
presidencia de Alvear, era el entrerriano
Rodolfo Irazusta, influenciado por la derecha francesa (integralista) de
Charles Maurras, al igual que su hermano Julio. Ambos cuestionaban el legado de
la revolución francesa y se declaraban enemigos del liberalismo.
Para
los Irazusta, la iglesia y el ejército (en esto coincidían con Lugones) eran
quienes estaban desde la fundación de la patria. En un principio se mostraron
enemigos del sistema democrático, aunque más adelante valoraron esta forma de
gobierno, al igual que al ¨pueblo¨ que antes identificaban con el ¨populacho¨.
En
el artículo sobre ¨La mejor forma de gobierno¨, escrito en ¨La nueva República¨
en 1928, Julio Irazusta mostraba a la Constitución como fuente del caos y del desorden y consideraba
que la democracia que se practicaba por entonces era el sistema más absurdo. La
democracia era ¨la utopía, la abstracción¨. El gobierno republicano implicaba
la aceptación de las diferencias, de la superioridad de la posición, de la
cultura y de la edad. Se debía tender a un buen entendimiento entre
trabajadores y capitalistas[10]. De
allí su apoyo al sufragio restringido.
Entendía la república como cosa pública; pero no
significaba la participación del pueblo. La democracia era una alteración del
orden; en consecuencia, el desorden. Los partidos políticos debían sustentar
ideas; por tanto las corporaciones eran quienes verdaderamente podían
representar los intereses profesionales, económicos y sociales. Se debía poner
fin a la ley Sáenz Peña, origen de la anarquía.
Rodolfo
Irazusta emprendió un análisis de la constitución para entender la crisis de la
república. Coincidía con su hermano en la concepción de república como cosa
pública. Repúblicanismo y democraticismo no eran lo mismo; eran, a su juicio,
antitéticos. En el gobierno representativo no había una delegación real del
poder. La solución eran formas corporativas, según las cuales las elecciones
debían darse entre hombres de igual condición social o profesional[11].
Federalismo y democracia también eran incompatibles; o se daba uno u otra.
En
el programa de gobierno de ¨La nueva República¨, sus adherentes proponían un sistema uninominal por circunscripciones,
la derogación de la Ley Sáenz Peña y el establecimiento del voto censitario, un
Código Penal más severo, inmigración selectiva, supresión de la enseñanza laica
y respaldo al tradicionalismo.
En
la revista ¨Criterio¨, de orientación católica,
colaboraron numerosos autores provenientes de sectores del nacionalismo
católico entre los que descolló Ernesto Palacio, también jefe de redacción de
¨La nueva República¨. Palacio consideraba que los pueblos obedecían a las
pasiones, no a la razón; en consecuencia, se equivocaban. Contrariamente no se
equivocaban, cuando se oponían a un régimen o cuando aceptaban a quien velaba
por el bienestar general (soberanía del pueblo). La satisfacción del bienestar
del pueblo decidía la legitimidad o no del gobierno, aunque el pueblo no tenía
discernimiento para distinguirlo. Como el pueblo no tenía ideas definidas,
podía favorecer sin quererlo a un verdadero hombre de gobierno[12] .
Por
entonces, su postura era antipopular y con tendencia a la dictadura. Su
concepción era elitista y menospreciaba el rol del pueblo. Al final del
artículo ¨El pueblo y la política¨, está la clave para entender su posterior
adhesión al peronismo, ya que sostenía que el líder era capaz de encorsetar a
la masa. El líder establecía los límites dentro de los que se movía la masa.
Conclusión
En general los autores analizados tienen un discurso
clasista, dirigido a una minoría
intelectual. Planteaban una nueva relación entre sociedad civil y poder
político en la que el papel del ejército como grupo de poder era decisivo.
Establecían como objetivo principal modificar el régimen democrático vigente
por un sistema corporativo en el que debían participar los más capaces o más
representativos. En consecuencia, el voto censitario era imprescindible para
garantizar la nueva República.
Coincidían
en general en la crítica al parlamentarismo, especialmente Lugones, aunque
Palacio proponía una suerte de restauración de las instituciones. Lugones se
mostraba por lo general anticristiano, a diferencia de Palacio que militaba en
el catolicismo, si bien al final de su vida, el primero, adhirió a la religión católica. La xenofobia
acentuada hacia los extranjeros está presente tanto en Lugones como en los
Irazusta y Carlés.
Con
referencia al trabajo de Itzcovitz sobre la ideología de Lugones, se advierten
ciertas debilidades tales como que no indaga por qué caminos Lugones cambia de
orientación de revolucionario a reaccionario. En su pensamiento se dan
múltiples cruzamientos de ideas que el texto no analiza ya que se basa
especialmente en las memorias de su hijo que, obviamente no son imparciales.
Quizás
falta un estudio analítico de las distintas influencias literarias,
filosóficas, etc. que condujeron a sus cambios de postura, además de la
situación interna (semana trágica y rebelión de la Patagonia) y externa
(revolución bolchevique), señalados como determinantes por la autora. Si bien
destaca el ataque de los nacionalistas a la figura de Yrigoyen, quedan
desdibujadas las causas de dicho ataque. En realidad se atacaba al sistema; se
atacaba a Yrigoyen porque representa el sistema. Se atacaba, en
definitiva, al sistema democrático.
Los
nacionalistas miraban al sistema político vigente como un régimen que había
cercenado antiguas tradiciones (en los Irazusta se advierte una defensa
encendida hacia el federalismo). Constituían una elite que respondía a los
intereses de la clase propietaria, representados por un hombre fuerte - como
Mussolini en Italia -, de ahí el apoyo a Uriburu.
Muchos
de los postulados adoptados por los nacionalistas aquí analizados, fueron
tomados por los militares que intervinieron en el golpe militar que derrocó a Irigoyen
en 1930 y por otros que jugaron un papel preponderante en la política nacional
a lo largo de muchos años. Si bien sus ideas no alcanzaron difusión entre los
sectores populares, ya que no fueron capaces de galvanizar a las masas,
gravitaron sobre todos los sectores políticos del país.
Se
relacionaron especialmente con los militares y con la iglesia católica y,
aunque en general representaban a la derecha, también ejercieron su influencia
posteriormente sobre sectores de izquierda, con sus mitos, sus técnicas
propagandísticas y su perfil ideológico. Asimismo los nacionalistas dejaron sus
huellas en casi todos los aspectos de la vida pública como la literatura, el
arte, el periodismo, la educación, además de la iglesia y la política ya
mencionados.
En
la actualidad, frente a un mundo globalizado, comenzaron a reaparecer antiguas
formas remozadas de nacionalismo que ya se creían desterradas, tales como
propuestas para transformar estados multi culturales en territorios mono –
étnicos y mono – culturales[13], al
decir de Hobsbawn, todo tras la búsqueda de nuevas identidades colectivas.
Sin
embargo, estas formas nuevas de nacionalismo, no significan de ninguna manera
una vuelta a posturas antiguas, sino que surgen como un fenómeno sociológico
nuevo. De allí que su análisis debe realizarse con nuevos abordajes desde una
perspectiva multidisciplinar y dentro del contexto en el cual se desarrollan.
Publicado en Revista La Fundación Cultural N° 52, septiembre de 2012, Santiago del Estero, p. 14-18.
Bibliografía
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Los nacionalistas; Centro Editor de América Latina; Buenos Aires; 1983.
-
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-
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-
Hobsbawm, Eric; ¨La izquierda y la
política identitaria¨, en Apuntes de investigación; CECYP; Nº 2/3;
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-
Hobsbawm, Eric; ¨Nación, estado,
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Escuela de Historia; Universidad Nacional de Rosario; Rosario, 1994.
-
Itzcovitz, Victoria; ¨La ideología
golpista antes de 1.930 (Los escritos políticos de Leopoldo Lugones)¨, en El
bimestre económico social; Buenos Aires, 1986.
-
Rock, David; La Argentina
autoritaria, los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública;
Ariel; Buenos Aires, 1993.
[1] Bobbio, Norberto y Matteucci, Nicola; Diccionario
de política. Siglo XXI. México, 1986; p.1080-1081.
[2] Hobsbawm, Eric; ¨La izquierda y la
política identitaria¨, en Apuntes de investigación; CECYP; Nº 2/3;
Buenos Aires, 1998; p. 7-9.
[3] Barbero, María Inés y Devoto, Fernando;
Los nacionalistas; Centro Editor de América Latina; Buenos Aires; 1983.
[4] Itzcovitz, Victoria; ¨La ideología
golpista antes de 1.930” en El bimestre económico social; Buenos Aires,
1986; p. 7.
[5]
Ibídem; Pág. 8.
[6] Ibídem; p 10-11.
[7] Barbero, María Inés y Devoto, Fernando;
Los nacionalistas; p. 56.
[8]
Ibídem; p. 61.
[9] Ibídem; p. 42.
[10] Ibídem; Pág. 101 a 103.
[11] Ibídem; ´p. 105.
[12]Palacio,
Ernesto; Criterio;
Año II, Nº 81; Buenos Aires, 1929; p. 76 -77.
[13] Hobsbawm, Eric; ¨Nación, estado,
etnicidad y religión: transformaciones de la identidad¨; en Anuario 16;
Escuela de Historia; Universidad Nacional de Rosario; Rosario, 1994; p. 16.
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