Introducción
Joan
Wallach Scott, investigadora
estadounidense, indaga desde una perspectiva feminista la historia de las
mujeres, tratando de marcar la diferencia entre hombres y mujeres y acentuar la especificidad femenina en la
historia. Sus planteos tienen como objetivo resaltar la importancia
de la teoría dentro de los estudios feministas y el rol que cumple para el caso
el posestructuralismo. Considera que quienes
cuestionan la aplicación de la teoría posestructuralista aduciendo que esta
corriente pretende poner en conflicto teoría y política –en oposición binaria-,
no tienen en cuenta que ambos elementos están vinculados intrincadamente.Examina términos
tomados por el feminismo del posestructuralismo que le resultan útiles para
analizar, a partir de un estudio de caso, el debate sobre “igualdad-versus-diferencia”
y las distintas posturas teóricas al respecto. Desde los estudios de Foucault
pretende indagar en los discursos la extensión del poder de las ideologías
dominantes.Considera que la
tradición filosófica de occidente descansa en oposiciones binarias. En
consecuencia, los análisis deben deconstruirse de los procesos. La
deconstrucción implica la exploración de la diferencia en los textos. El método
a utilizar es el de reversión y desplazamiento de las oposiciones binarias
buscando la interdependencia de los términos e indagando en qué contextos y con
qué propósitos fueron construidos.
Igualdad-versus-diferencia: el caso Sears
En su libro Género e Historia, un clásico de los estudios de género, analiza el caso Sears. Para profundizar el debate de igualdad-versus-diferencia, analiza un proceso judicial, el caso Sears, en el que se acusó a la empresa de dicho nombre de discriminación sexual. En defensa de la empresa y de la parte acusadora (Comisión en pro de la Igualdad de Oportunidades en el Empleo, EEOC) debatieron dos historiadoras: Rosalind Rosenberg y Alice Kessler-Harris, respectivamente. Este juicio generó un gran debate entre historiadoras e historiadores sobre las implicaciones políticas de los estudios de mujeres y los compromisos políticos que debían o no tener las historiadoras feministas.
Los argumentos en contra de la igualdad y a favor de la diferencia fueron esgrimidos por Sears/Rosenberg, considerando que las diferencias eran consecuencia de la cultura, de la socialización y de los intereses. Scott critica a Kessler-Harris de no refutar la idea de la igualdad de mujeres y varones y centrarse en oponerse a los argumentos de su contrincante en lo referente a la variedad de los trabajos que podían realizar las mujeres, en las actitudes de las propias mujeres hacia el empleo y en la afirmación que la separación por sexos era algo impuesto por el empleador. Considera que tiene más sentido negar los efectos integradores de la diferencia y poner más énfasis en la diversidad.
Scott cuestiona las exigencias de la corte tras la búsqueda de la ‘verdad’ y la aplicación de análisis estadísticos (método cuantitativo) para realizar generalizaciones totalizadoras. En ello hay una crítica indirecta a la aplicación del método científico positivista aunque no explicita que se podría haber utilizado recursos metodológicos cualitativos para indagar el comportamiento y motivaciones de las mujeres. Para la autora, el problema de la argumentación de Kessler-Harris fue no encontrar un modelo que explicara la diferencia pero que, al mismo tiempo, la negara. Con ello Scott reafirma su teoría que sostiene que la enunciación de igualdad-versus-diferencia no es más que una ilusión o una trampa intelectual. Al finalizar el juicio, triunfaron los argumentos de Rosenberg y la diferencia quedó suplida por la desigualdad (antítesis de igualdad), legitimándola paradójicamente. Con la manipulación de conceptos y definiciones, termina justificándose el poder político y el institucional.
De esta manera, igualdad y diferencia se convierten en una dicotomía binaria imposible de optar. A juicio de Scott, el feminismo no puede renunciar a ninguna de las dos. Se debe rechazar la igualdad como antítesis de la diferencia y, en definitiva, rechazar la construcción dicotómica de opciones en la perspectiva feminista. Lo opuesto de igualdad, sería inequidad, o falta de equivalencia. La noción de igualdad, incluye el reconocimiento de la diferencia.
Según Scott, en algunos casos podría aceptarse el término igualdad como antítesis de diferencia, pero siempre teniendo en cuenta el contexto. Las opciones universales no son admitidas dentro de la socialización por tratarse ésta de un proceso complejo. Para la autora el reclamo de las mujeres no debe ser la igualdad ni la identidad, sino la diversidad (más amplia y complicada) que se expresa, según los contextos, de forma diferente.
Frente a la oposición binaria igualdad-versus-diferencia, Joan Scott opone diferencia-diferencia como condición para la conformación de identidades tanto individuales como colectivas. Niega la fijación de identidades, razón por la cual no debe establecerse cualidades absolutas para varones y mujeres. Esto no quiere decir que se rechaza la diferencia de género, sino que la misma depende de las construcciones específicas en contextos particulares. La igualdad implica el reconocimiento y la inclusión de diferencias.
Como síntesis propone una postura feminista crítica que niegue la ‘verdad última’, en nombre de la igualdad apoyada en las diferencias; como el poder se construye en el campo de las diferencias, allí hay que combatirlo.
Conclusión
Joan
Scott no está de acuerdo con las oposiciones binarias por ser, a su juicio,
contradictorias y a la vez no susceptibles de ser clasificados por separado
(adhiere al análisis de Jacques Derrida). En el estudio del caso Sears deja
traslucir la relación entre poder y conocimiento y entre teoría y política.
Piensa la diferencia a partir del modo en que su construcción teórica define
relaciones entre individuos y grupos sociales. En consecuencia, las relaciones
de género no implican solamente diferencias entre sexos, sino que traen aparejadas
connotaciones sociales y culturales que marcan diferencias dentro de las
diferencias.
El
posestructuralismo le sirve para analizar el caso estudiado y, dentro de él,
los distintos procesos discursivos que producen diferencias y permiten, a través de ellos, entender el poder. Por
ello trata de indagar la complejidad de las relaciones de poder puestas de
manifiesto en los argumentos del juicio, en las que el género ocupa un lugar de
privilegio: “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales
fundado sobre las diferencias percibidas entre los sexos y el género es una
primera forma de significar las relaciones de poder”[1].
Esta es una mirada más política, en el sentido de que el género determina
distribuciones desiguales de poder y, en consecuencia, genera conflictos. La
tarea del/la historiador/a es indagar en los discursos de qué forma el género
interviene en la construcción de las relaciones sociales[2].
Con esto se pone
en el tapete el debate surgido a partir del posestructuralismo sobre el
conflicto entre teoría y política, que no son elementos opuestos, sino, por el
contrario, íntimamente vinculados. Si se oponen teoría y política se excluye la
experiencia de una indagación crítica. Por lo tanto se demanda un debate
concurrentemente teórico y político.
Como propuesta
superadora del trabajo podría proponer una actitud más pluralista en el sentido
de indagar con mayor detenimiento los modos en que se conforman las relaciones
de poder entre hombres y mujeres y pensar en términos de conexiones y de
interconexiones del conjunto de las relaciones sociales y culturales.
De la misma
manera podría ampliarse la investigación mediante una indagación más empírica
sobre la situación de las mujeres trabajadoras en circunstancias similares a la
estudiada aplicando métodos cualitativos como historias de vida o
cuali-cuantitativos para el uso del método comparativo, en los que pueda
combinarse el estudio de las relaciones entre los sexos tanto en el ámbito de
la representación del poder como en la práctica del trabajo cotidiano, para el
caso Sears. Además de los aspectos epistémicos-metodológicos, también pueden
modificarse los contenidos y los
planteos.
Indudablemente
el caso permite una pluralidad de enfoques y una reflexión epistemológica más
profunda, pero, de ninguna manera, se puede aceptar que discusiones estériles
en el campo del feminismo pongan piedras en el camino para el avance de los
estudios de género.
Bibliografía
-
Lamas, Marta, Usos, dificultades y posibilidades de la
categoría género. http://www.udg.mx/laventana/libr1/lamas.html.
-
Pujal
i Llombart, Margot (1996) “La marca del género en la encrucijada entre
subjetividad e intersubjetividad”, en Zona franca, Nº 5; Centro de
estudios interdisciplinarios sobre las mujeres. Universidad nacional de Rosario
- Scott, Joan (1998): Gender and the politics of history, New York, Columbia
university press,
-
Scott,
Joan (1994): “Deconstruir igualdad-versus-diferencia: usos de la teoría
posestructuralista para el feminismo”, en Feminaria Nº 13; Buenos Aires.
-
Scott,
Joan (1996) “Historia de las mujeres”, en Burke, Peter, Formas de hacer
Historia, Alianza Universidad, Madrid.
-
Thébaud, Francoise (1998), El tiempo del gender,
Institute of Latin American Studies, University of London.
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