La
etapa en que le tocó actuar a José Hernández es quizás una de las más
conflictivas de nuestra historia argentina, etapa en que las guerras civiles
asolaban el territorio y en la que las luchas fratricidas conducían a
enfrentamientos estériles pero que dejaban huellas muchas veces imborrables. La
situación nacional podemos sintetizar en la dialéctica entre civilización y
barbarie, entre el país del litoral y el país interior, entre los argentinos y
extranjeros de las principales ciudades y los gauchos, los nativos de las
pampas y llanuras, de las montañas y valles, de las selvas y los esteros. Sin
embargo Buenos Aires - interior no era la única contradicción que dividía a los
argentinos, también se oponían sectores de poder que pugnaban por alcanzar la
supremacía en la conducción política y económica: los sectores ganaderos de la
provincia de Buenos Aires y el Litoral, y la burguesía mercantil de las
ciudades puertos.
La contradicción ¨con Rosas o contra Rosas¨
que caracterizó el período comprendido entre
1830 y 1851 se polarizó, luego de la muerte del gobernador de Buenos
Aires, hacia dos figuras carismáticas y opuestas: Bartolomé Mitre sintetizaba
el pensamiento porteño liberal, mientras que Justo José de Urquiza enarbolando
las banderas de la federación, encarnaba el pensamiento del litoral que se veía
seriamente perjudicado en su afán por alcanzar el libre comercio de los ríos
interiores, ante el monopolio de la aduana de Buenos Aires. Después de
derrocado Rosas y proclamado Urquiza Director Supremo de la Confederación en 1852,
una de sus primeras medidas fue decretar la nacionalización de la aduana,
medida que obviamente Buenos Aires no aceptó y provocó la ruptura al
constituirse en estado independiente. La sede de la confederación se fijó en
Paraná.
En
medio de este convulsionado panorama se había desarrollado la infancia y la
juventud de José Hernández. Nacido el 10 de noviembre de 1834, fecha destinada
más tarde a celebrar el día de la
tradición, en el poblado de Perdriel, en la provincia de Buenos Aires. Allí su
tío abuelo Juan Martín de Pueyrredón había librado un duro combate contra las
tropas inglesas de Béresford.
Era
hijo de Rafael Hernández, perteneciente a una antigua familia federal, y de
Isabel Pueyrredón, proveniente de una familia ligada estrechamente a los
unitarios. Vivió alternativamente con sus tíos, su abuelo paterno y finalmente
con su padre, luego de la temprana muerte de su madre. Su educación primaria la
realizó en una escuela particular y la completó con lecturas personales en la
estancia paterna. Allí aprendió todos los secretos de la vida del campo y de su
poblador, el gaucho, que sería durante años el objeto y objetivo de sus luchas,
de sus prédicas y de su producción literaria.
Hacia
1856, con 22 años, se instaló en Buenos Aires e ingresó al partido Reformista
Liberal y se incorporó al diario
partidario, ¨La reforma pacífica¨, en donde comenzó su labor periodística. Los
reformistas no eran porteños, sino argentinos de Buenos Aires, como solía decir
Hernández. Como eran perseguidos por ser partidarios de la Confederación, sólo
podían reunirse en los boliches o ¨chupanderías¨, de allí el mote de
chupandinos con el que se los denominó.
A los ¨niños bien¨ del partido
liberal, “guapos en patota”, los llamaban ¨pandilleros¨. Pronto la represión
oficialista obligó a los chupandinos a huir de Buenos Aires y es así que José,
con su hermano Rafael, marchó a Paraná, sede del gobierno nacional.
Allí
obtuvo un empleo como tenedor de libros en la casa de Ramón Puig, suegro del
coronel Ricardo López Jordán con el que pronto se vinculó. También comenzó a
escribir en el ¨Nacional Argentino¨, periódico fundado por Urquiza. Hombre
corpulento, de espesa barba y voz potente frecuentaba un mercado próximo a su
domicilio, donde escuchaba y también contaba dichos camperos, en diálogo con
los puesteros de origen criollo. Como había estudiado taquigrafía obtuvo un
empleo en el senado y se contactó con los principales políticos de su tiempo.
Cuando
se produjo el enfrentamiento entre los ejércitos de Buenos Aires y de la
Confederación, en Cepeda y Pavón, el militante político, el periodista, se
incorporó como soldado en la primera batalla, y soldado preso en la segunda,
como consecuencia de sus artículos periodísticos contra el ‘supremo entrerriano’,
integrando el ejército nacional. Luego de la defección de Urquiza en Pavón,
Hernández se fue acercando a López Jordán que también veía la actitud de
Urquiza con recelo.
Cuando
Mitre asumió la presidencia de la República, Hernández desde ¨El Argentino¨
centró los ataques a su política. También allí publicó su crítica contra
Domingo Faustino Sarmiento, entonces gobernador de San Juan, por la muerte del
general y caudillo riojano Ángel Vicente
Peñaloza, el Chacho, ultimado en Olta,
víctima de la política mitrista. Estos artículos los reunió luego en un folleto
titulado ¨Rasgos biográficos del general Don Ángel Vicente Peñaloza¨. Sus
críticas a Sarmiento arreciaron cuando éste asumió la presidencia del país. Por
entonces contrajo matrimonio con una joven porteña, Carolina González del Solar
y tuvo su primera hija, Isabel.
Continuando
con su lucha política pasó a Corrientes y luego a Buenos Aires en 1868 donde
fundó el periódico ¨El Río de la Plata¨, desde donde continuó con sus
apreciaciones contra la discriminación de los humildes, los abusos del poder
político y económico y los criterios de la ¨civilización¨ esgrimidos contra los
criollos. Sus artículos de más interés y pasión urgían al presidente Sarmiento
a que concluyese con la guerra del Paraguay y, a través de una campaña
incesante, pedía se terminara con la ley inconstitucional que gravaba al gaucho
con el servicio de fronteras, a la par que fomentaba la corrupción
administrativa en la campaña. Este
servicio era, a su juicio, una persecución infame y de exterminio paulatino de
los gauchos.
A
través de sus columnas, Hernández planteaba medidas tales como supresión de los
contingentes, control en la formación de milicias de frontera, elegibilidad de
los jueces de paz, de los comandantes de línea y de consejeros escolares.
También criticaba la entrega de tierras públicas realizada por Rivadavia a
través de la ley de Enfiteusis. Su prédica enfatizaba: ¨Nosotros negamos a los gobiernos el derecho de vender las tierras
públicas o de afectarlas a ninguna deuda¨.
Cuando en 1869 fue asesinado Urquiza el
panorama nuevamente se enrareció para Hernández ya que Sarmiento acusaba
directamente a López Jordán, su amigo y camarada de luchas. En 1870 cerró su diario y se alistó
con la fuerzas de López Jordán que se alzó contra Sarmiento, aunque finalmente fue derroto en Ñaembé, Corrientes. Junto con
otros jordanistas huyó a Brasil y se instaló en Santa Ana do Livramento. Más
tarde se radicó en Montevideo y comenzó a escribir en ¨La Patria´, diario que
trataba problemas argentinos y uruguayos.
Tras
una amnistía, pues Sarmiento había puesto precio a su cabeza, regresó a Buenos
Aires, y se alojó en el hotel ¨Argentino¨, frente a la plaza de Mayo, donde
comenzó la redacción de ¨El gaucho Martín Fierro¨, cuando tenía 38 años de
edad. La primera edición se imprimió en 1872 en la imprenta de un amigo suyo. Contabilizando
las ventas de los primeros siete años, correspondiente a la primera y segunda
edición, se vendieron setenta y dos mil ejemplares de aquella obra que, en las
pulperías, la adquirían junto con los artículos de primera necesidad.
Cuando
la presidencia de Sarmiento estaba tocando a su fin, Hernández se alistó junto
a Adolfo Alsina, del partido autonomista, con Aristóbulo del Valle, Leandro N.
Alem e Hipólito Yrigoyen y adhirió a la política de conciliación de Nicolás
Avellaneda. Más tarde se unió a la rama disidente que, encabezada por Alem e
Yrigoyen, fundó el partido Republicano. En 1878 adquirió su quinta de Belgrano
y la Librería del Plata y escribió la segunda parte de su libro, ¨La vuelta del
Martín Fierro¨. Ésta alcanzó el mismo
éxito que la primera. Avellaneda registró sobre el poema una página sumamente
explicativa: ¨En lo que toca a éste - se
refiere al Martín Fierro - es casi imposible alcanzarle. Uno de mis clientes
almaceneros por mayor, me mostraba ayer en sus libros los encargos de los
pulperos de la campaña: 12 gruesas de fósforos, una barrica de cerveza, 12
vueltas de Martín Fierro, 100 cajas de sardinas¨.
Los
años siguientes se desempeñó como diputado por la provincia de Buenos Aires,
integrándose a la burguesía que había combatido, pero a la que pertenecía. Fue
senador y miembro del Banco Hipotecario en los primeros años de la década del
ochenta.
Por
entonces el gobierno le propuso realizar un viaje a Australia para estudiar
razas vacunas y métodos modernos de producción agropecuaria. Hernández no
aceptó la misión por considerarla un gasto inútil y, basado en su propia
experiencia en el tema, editó por su cuenta en 1881 ¨Instrucción del
estanciero¨. Allí plasmó el horror de injusticia que implicaba dar al colono
extranjero toda clase de facilidades, tierras, semillas, herramientas y
animales de labranza, y privar de todos estos beneficios al campesino criollo.
Un
21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano a los 52 años. En su
sepelio el general Lucio V. Mansilla afirmaba que cuando fuese olvidada la fama
de muchos de nuestros grandes hombres, persistirá en la memoria del pueblo el
nombre de Martín Fierro y con él, José Hernández no habría muerto. Como vemos
sus palabras fueron proféticas.
Después
de esta breve síntesis de la vida de Hernández, es fácil advertir la estrecha
vinculación de ella con un dinámico período de la historia argentina, el de
nuestra consolidación como nación. En sus luchas predicó un ideal político de
defensa de lo nacional frente a las tendencias europeizantes y liberales de sus
adversarios políticos.
La
historia política del Martín Fierro no atañe a la ficción, no es la historia de
un gaucho hipotético, es la historia de un gaucho real perteneciente a las
clases desheredadas del siglo pasado, contra la denominada oligarquía y sus
aparatos ideológicos - represivos. Transmitía Hernández en su verso y en su
prosa una realidad que había vivido, no como un relato sino como una verdadera
denuncia, la exposición cruda de una
injusticia social.
Las
tierras de las principales familias que poseían la mayor parte de la superficie
de la provincia de Buenos Aires, los Anchorena, los Díaz Vélez, Pereyra, Martínez de Hoz, Álzaga,
etc., era el ámbito donde vivía, trabajaba y padecía el gaucho del poema. Esa élite
dirigente contaba con un aparato represivo mediante el cual aseguraba, a
cualquier precio, su proyecto de poder. Por ello en el poema aparecen los
jueces de paz, los comisarios y los militares de frontera. Los jueces de paz
que disponían de la persona del gaucho con absoluta discreción, eran siempre
agentes de los ganaderos, cuando no eran ganaderos propiamente dichos.
Las
autoridades políticas de la campaña eran denunciadas por ser los agentes de
arbitrariedades en la integración de contingentes humanos con destino a los
fortines, para materializar así el despojo de los terrenos o ranchos de los
gauchos enrolados. Las por las acciones represivas y por el hurto del salario
de los gauchos enrolados.
El
fundamento de la denuncia lo da el autor en una nota periodística en ¨El Río de
la Plata¨ donde afirmaba: ¨No hay países
más pobres ni atrasados que aquellos donde la propiedad está repartida entre
una cuantas clases privilegiadas¨. Y en otra edición afirmaba: ¨Infatigables y perseverantes en defender la
causa de los oprimidos, no desmayamos antes de ver que las garantías
individuales se convierten en una verdad incuestionable y dejen de ser una
simple y lujosa declaración de la ley...¨
A
pesar de haber sido reconocido en el extranjero y por sus protagonistas los
gauchos, el poema era despreciado por la clase social que se veía directamente
aludida como causante de los despojos a que era sometido el criollo de las
pampas. Durante un cuarto de siglo su gloria permaneció escondida tras un vasto
velo de sombra. Leopoldo Lugones comprendiendo su valor ignorado, en la sala
del teatro Odeón, hizo un ciclo de conferencias que sirvió para desgarrar el
velo injusto con el que estaba cubierta la obra de Hernández.
La
síntesis de su obra la realiza magistralmente su hermano Rafael cuando escribió
después: “Su libro, bien conocido, es como lo la fotografía de una raza
legendaria que se extingue. (...) Escudriñado escrupulosamente no se hallará
una sola impropiedad o error en cuanto allí se describe, porque no procede de
oídas, ni por imitación, sino que pinta escenas en que ha sido a menudo actor o
espectador. Tomó el gaucho en la frontera, se internó con él en el desierto, lucho
en el pajonal con el pampa y trazó en su poema, no solamente usos y costumbres
de los salvajes, entonces completamente desconocidas del cristiano civilizado,
que no han sido rectificadas, sino cuadros conmovedores que produjeron una
revolución en las ideas sociales y en la política”.